El líder de UDC, Josep Antoni Duran Lleida, que no ha tenido un papel muy airoso en el proceso soberanista catalán, ha explorado reiteradamente al PSC para pulsar su disposición a pactar con CiU hasta el final de la legislatura catalana, que concluiría en noviembre de 2016. Diríase que el político democristiano, incapaz de embridar al socio mayor de la coalición, ha utilizado estos contactos para poner de manifiesto su desagrado por el cariz independentista del gobierno de la Generalitat y quién sabe si para disimular su incómoda pasividad. Y tras la ruptura del consenso nacionalista, Durán ha vuelto por sus fueros y un vez más ha recurrido al diálogo con Iceta para mostrar su propia estrategia, aparentemente de espaldas a Artur Mas y sin su conocimiento.

La realidad es que el apoyo de ERC tan sólo ha servido a CiU para intentar la ruptura, para apostar por la independencia. Además, el pacto de gobierno que ha permitido a Mas gobernar desde las pasadas elecciones anticipadas „en las que, por cierto, CiU perdió doce escaños y ERC ganó 11„ ha resultado ser una especie de abrazo del oso para CiU, que ha salido de la experiencia laminada, sobrepasada con holgura por Esquerra, que actualmente mantiene una clara hegemonía según todas las encuestas. Y ahora, cuando ha fracasado el intento de celebrar un referéndum como resultaba perfectamente previsible, la compañía de ERC es una rémora para Mas en todos sentidos, y también para perseguir la independencia ya que CiU no podría, en tan delicado trance, ponerse en manos de un partido radical como ERC.

En esta coyuntura, y si descarta las elecciones anticipadas, que perdería de calle, Mas tiene escasas opciones ante sí. Y muchas menos aún si opta por mantenerse en la legalidad, descartando por tanto la ruptura revolucionaria. La más clara es, desde luego, el pacto con el PSC, que sin embargo tendría un altísimo costo personal para él en términos de coherencia política.

Si duda alguna, el PSC de Miquel Iceta sería el mediador ideal para encauzar el conflicto hacia vías dialogantes. Pero los socialistas catalanes que han acreditado el control del partido y mandan en el aparato no son soberanistas, por lo que ese pacto representaría la renuncia de Mas a la independencia y la apertura de un largo camino de negociación. Ahora, con Rajoy en Moncloa; en 2016, quién sabe con quién.

La solución del problema catalán requiere un consenso my amplio, en el que estén al menos CiU y las dos grandes formaciones estatales. Si CiU rectifica y decide emprender esta vía, con o sin Mas „porque la hipótesis de que CiU recurra a otro líder para llevar a cabo el cambio no es desdeñable en absoluto„, se encontrará con un camino federal ya muy trillado que habría que adaptar y que pulir, y que no sería más que una versión depurada y sublimada de nuestro estado de las autonomías. En estas condiciones, Rajoy, aunque poco amigo de los cambios, no tendría más remedio que aceptar la modernización del régimen, sin saltos en el vacío, que ofreciese a Cataluña un encaje más aceptable que el actual, comparable „por poner un ejemplo a mano„ al que Baviera (y los demás landers) tiene en Alemania, con competencias exclusivas, autonomía financiera, etc.

Para avanzar en esta dirección, sería decisivo que Duran Lleida dejara de conspirar subrepticiamente y se pusiera con claridad al frente del sector de CiU que no apoya la ruptura. Y que abogara por poner al frente de CiU a un personaje moderado, capaz de negociar y sin el mesianismo de que hace gala el sucesor de Pujol al frente del partido.