La violación de las reglas ortográficas y sintácticas no tiene, obviamente, trascendencia penal, aunque en algunos ámbitos concretos se criminalice a quienes rotulen en un idioma impropio „es el gran escándalo impulsado por el nacionalismo que toleró en su día Maragall sin inmutarse„. Y por ello mismo, la desobediencia que voy a cometer en el futuro no tendrá consecuencias jurídicas relevantes, pero sí puede ser un grano de arena más a la hora de enterrar el papanatismo que nos ha embargado a consecuencia de la presión identitaria en determinadas periferias.

Tal desobediencia consiste en desdeñar los mandatos normativos que obligan a renunciar a algunos topónimos españoles para adoptar otros, generalmente provenientes de las demás lenguas españolas. Así, la prensa catalana en castellano ya no escribe jamás Gerona, Lérida o Cataluña, que se han transformado en Girona, Lleida y Catalunya. De la misma manera Baleares es Balears en los medios baleáricos, Fuenterrabía se llama ahora Hondarribia en Euskadi y La Coruña es A Coruña en la prensa gallega. El contagio llega a diversos medios estatales.

No es tan difícil utilizar Londres cuando se habla en español y London cuando se utiliza el inglés. No ha de serlo tampoco escribir Cataluña en los textos en castellano y Catalunya en los redactados en catalán. Y sugiero a todos quienes antepongan la razón a la pasión que hagan lo mismo.