Hace una semana mi buen amigo Biel me tiraba de las orejas por dar por perdida la batalla mediática en referencia al conflicto entre Hamas e Israel. Ante esta posición derrotista, Biel me recomendó poner en práctica la diaria labor pedagógica de nuestro colegio para hacer frente a las opiniones basadas en aquellos estímulos que estamos recibiendo cada día en forma de imágenes, artículos periodísticos o editoriales. Es por ello que, como presidente de la comunidad judía de Balears, me decidí a escribir esta carta para explicarle a los lectores lo que la comunidad judía mundial está sufriendo cada día debido al actual conflicto armado en Oriente Medio.

Para el judío de a pie que vive en la diáspora, este conflicto se ha convertido en una verdadera prueba de resistencia frente a nuestros conciudadanos, los medios de comunicación y los opinólogos de turno, a quienes no les tiembla el pulso a la hora de plasmar en palabras un libertinaje intelectual irresponsable y, sobre todo, muy peligroso. Nos vemos envueltos en una vorágine antiisraelí que no llegamos a entender, especialmente teniendo en cuenta los antecedentes del actual conflicto armado.

La operación "Margen protector" se está llevando a cabo tras varios meses de lanzamientos de misiles por parte de las milicias de Hamas (ya son más de 2.600) a territorio israelí y el secuestro y vil asesinato de tres adolescentes judíos cuyo único delito fue hacer autostop en el lugar y momento equivocados. Israel y la comunidad judía aborrecían estos actos, de la misma manera que Israel capturaba a seis israelíes por matar a sangre fría a un joven palestino a modo de represalia. Ellos ya están en la cárcel, los otros, no.

La prensa nacional e internacional no se cansa de mostrar un prisma del conflicto duro y trágico que se centra en las verdaderas víctimas de esta incesante lucha, la población civil. Sin embargo, esa información ya se ha demostrado parcial y centrada solamente en una de las partes. Pareciese que Israel y su población no estuviesen sufriendo las descargas de odio de Hamas, que ya se ha llevado consigo decenas de vidas. ¿Dónde están las imágenes de Hamas obligando a la población civil a incumplir las advertencias del ejército israelí antes de un ataque? ¿Dónde están las noticias sobre las agresiones que la comunidad judía mundial está sufriendo? ¿Y las de la red de túneles que desembocan en Israel con el propósito de asesinar a secuestrar a civiles para posterior canje de prisioneros?

Toda persona es libre de dar su punto de vista acerca de los actuales conflictos basándose en hechos objetivos. Les invito, pues, a reflexionar y a manifestarse por la paz en Siria, Nigeria, Rusia, etc, así como a alzar la voz ante las persecuciones y matanzas de cristianos en países con regímenes intolerantes, por ejemplo. Sin embargo, el enfoque se dirige siempre al mismo lugar, y con ello, el objetivo de perversas mentes que ven en estas tristes vicisitudes una oportunidad de transformar sus frustraciones en violencia y apología del odio.

Tras la finalización del curso escolar, mis hijas de seis y ocho años pasaron su primera tarde de vacaciones ayudándome a limpiar las pintadas antijudías que aparecieron en la sinagoga de Palma. Su pregunta fue: "¿Por qué piensan que somos los malos?". Y tienen razón. Como escribía hace unos días mi amigo David Hatchwell, presidente de la comunidad judía de Madrid, Hamas, una organización reconocida como terrorista por la Unión Europea y Estados Unidos, y cuyo único anhelo es la destrucción de Israel y el pueblo judío ha conseguido la "ansiada simpatía internacional a costa de esconderse detrás de sus civiles de manera perversa". Este hecho se lleva hasta límites como el de aceptar a Hamas como el interlocutor válido del pueblo palestino. ¿Qué ha pasado con Mahmud Abbas? ¿Es éste el precio que debe pagar Israel por la reconciliación entre facciones palestinas, cuyo enfrentamiento causó la muerte de centenares de palestinos a manos de sus propios hermanos?

Amén de las razones y actual desarrollo de la operación militar, es probable que no conozcan lo que los judíos alrededor del mundo estamos pasando en estos momentos. El odio hacia Israel se está transformando en una judeofobia que recuerda tiempos pretéritos de difícil olvido. Las imágenes que hemos podido contemplar en Francia, con asedios a sinagogas y espectáculos israelíes, las agresiones a los jugadores de fútbol de Maccabi Haifa, las oleadas de comentarios antisemitas en las redes sociales y el ya famoso boicot a productos fabricados en Israel no han hecho más que fortalecer ese odio latente que muchos creían extinguido. Dichas muestras de intolerancia se han visto tristemente rematadas por editoriales aparecidos en la prensa nacional escritos por supuestos intelectuales y que hemos tenido que leer varias veces para creer que medios de reconocida trayectoria hayan publicado tal sarta de sandeces de carácter (y no lo maquillemos) antisemita. Sin embargo, otros periodistas han sido censurados por intentar ser neutrales y medios digitales han decidido dar por acabados debates de los lectores por ser demasiado proIsrael. Y todo esto ocurre en nuestros países de residencia, los que nos vieron nacer, crecer, recibir una educación plural e integral y compartir con personas de diferentes creencias y credos.

Este constante asedio mediático, admitámoslo, ha puesto en jaque muchas relaciones personales. Si ya estábamos acostumbrados a tener que dar el punto de vista de Israel en diferentes conflictos o hechos concretos, ahora nos vemos volando en un torbellino de hasbará (explicar, esclarecer), para que nuestras personas cercanas puedan analizar los temas de manera más neutral. Desgraciadamente, que te llamen "asesino" o "defensor de país terrorista" es un límite que, en diversas ocasiones, ha supuesto el fin de una amistad.

Todos los judíos del mundo tenemos un nexo indisoluble con Israel. Tenemos familia, amigos y parte de nuestros corazones allá. Vivimos en primera persona cómo sus habitantes deben estar preparados ante cualquier eventualidad causada por los enemigos de la paz. Les animamos cuando pasan el día metidos en refugios antiaéreos, rezamos por ellos€ Aquellos que desean una fragmentación del judaísmo por medio de la diseminación del odio se equivocan. No creo recordar una unión más grande en los últimos tiempos dentro del pueblo judío, ad portas de la conmemoración del 9 de Av, fecha de luto en el calendario solilunar.

Desde estas líneas solamente deseo hacerles llegar nuestro anhelo por una paz permanente entre Israel y la Autoridad Palestina. El pueblo judío cree en la paz, en la existencia de dos estados con fronteras seguras, en la colaboración entre ambas partes frente a aquellos que solamente desean causar el caos idóneo para llevar su causa a los límites que estamos presenciando hoy. Nos ilusionamos pensando que los vecinos del pueblo palestino pueden dedicar sus esfuerzos y petrodólares a la construcción de un estado palestino sin pobreza y corrupción, y no a armar a sus ciudadanos, para ser utilizados como marionetas infligiendo todo el daño posible al "enemigo sionista". El pueblo judío eleva sus plegarias por la salud y bienestar de ambos pueblos, educa a sus hijos entendiendo la historia, a veces trágica, que llevamos a cuestas y que asumimos con responsabilidad y orgullo. Todos deseamos de todo corazón que el conflicto armado en Gaza termine lo antes posible y que dicha tregua sea la definitiva. Desde nuestros queridos países de residencia, de todo corazón, también os pedimos que se le dé una tregua al sinsentido que solamente puede lograr dividir a las personas de bien en detrimento de la riqueza cultural que tanto tiempo ha costado alcanzar en nuestra sociedad. Que el que establece la armonía en las alturas nos conceda la paz a todos nosotros. Shalom.

*Presidente de la comunidad judía de Balears