En sus primeras declaraciones ha dicho cosas diferentes a las que nos tienen acostumbrados los políticos de este país. No es gran cosa pero ilusiona mucho, habida cuenta de lo que habita en el ecosistema político contemporáneo. Además es el primer candidato que podrá salir de España sin intérprete, por lo que nos ahorrará la vergüenza de seguir reeditando la imagen exterior de la historia de La escopeta nacional de García Berlanga y las boinas de la "milana bonica" de Mario Camus.

Habla tres idiomas comunitarios, tiene buena planta, está formado y es joven. Además en su partido le llaman "el guaperas", lo que evidencia que le tienen mucha envidia. Y eso es bueno. Ha sido deportista, por lo que sabe qué es el esfuerzo. Ha marcado distancias con el aparato que queda, pero no deja de ser una estrategia para caer bien. Habrá que esperar a sus hechos después de alcanzar la secretaría general socialista. En cualquier caso va a necesitar una buena dosis de mala leche para renovar, primero su partido y después este país.

Su primer reto será manifestarse con una docena de actos que apunten en la línea de que no vislumbra las instituciones como instrumentos para obtener cargos y ejercer influencia sobre la vida pública y económica , sino en términos de eficiencia y compromiso social. O sea, al contrario que Magdalena Álvarez. La exministra que rivaliza en empatía y buen rollo con Montoro. Después tendrá que explicar detalladamente una serie de profundas reformas en diversos contextos institucionales: en la línea de modificar sustancialmente las relaciones entre el ejecutivo y el legislativo; el sistema de financiación de partidos, el sistema electoral; firmar ante notario que hará una reforma tributaria que aproxime la fiscalidad de las rentas del trabajo y las de los entes societarios y que destinará a la Agencia Tributaria a perseguir el fraude fiscal más allá de las ferreterías y los profesionales que se parten la cara para hacer clientes en una economía inducida desde los gobiernos precedentes a la más profunda depresión. Además tendrá que comprometerse a darle la vuelta a la cultura política española. Lo más difícil. Agotador, diría.

Sería un gesto muy apreciable empezar por insinuar que va a poner pegas a la renovación de las licencias del espectro de la radio y televisión española y a los programas especializados en fomentar el ictus cerebral; los que incitan al odio entre españoles o los que enseñan que uno puede ganarse la vida a base de insultar y negociar con su vida íntima. Ese gesto „un poco gulag„ aportaría mucho más a formación de las generaciones futuras que las cinco últimas leyes orgánicas de educación. Y no volverían locos a los profesores y alumnos.

Si además fuese el candidato a la presidencia del gobierno español, no lo tendría difícil para ganar. Parte con la ventaja de tener un par de litros de sangre más que Rajoy, de decir cosas que se entienden sin usar el recurso de la parábola, o de no poner caras. Continuando con esta premonición, lo que sí sabe es que se encontrará con un parlamento multipartidista que se va a revelar harto complicado para establecer coaliciones de gobierno. La previsible fragmentación parlamentaria propiciará que los diputados carezcan de incentivos para cooperar con el presidente; que se comporten de forma muy poco disciplinada y que sean muy proclives a la polarización ideológica y muy poco a la cooperación y a la búsqueda de consensos. Por lo que tendrá que armarse de paciencia y explicar una y mil veces que los países que presentan una fuerte tradición negociadora han evolucionado mucho más. Chile y Uruguay son dos ejemplos en Suramérica.

Por si fuera poco tendrá que lidiar con los líderes territoriales socialistas que dejarán de quererle como le quieren ahora y se pondrán la gorra de provincias en plan presiones descentralizadoras en sus demandas hacia la Administración central. A parte de la guerra interna que darán en su partido y que tendremos que aguantar en los telediarios. Que si Chacón vuelve y se empreña o si la andaluza reclama más mano izquierda. No pongo más ejemplos porque ha habido escampada autonómica de los pesos pesados. Nos queda Armengol, eso sí. Y para cuatro años más de oposición, en principio.

En este relato de las hazañas de Hércules, tendrá que considerar que a priori lo tendrá mal en materia de apoyos de partidos nacionalistas. Porque hay mogollón y muy revolucionados. Tendrá que asumir que los posibles acuerdos serán a cambio de impulsar profundos cambios centrífugos en cuestiones territoriales y de contraprestaciones que enturbiarán la poca armonía fiscal autonómica existente.

La lista de retos es agotadora y además hay que reservársela para el futuro. Sólo cabe desearle las frases inmortales de la película Gladiator: "Nervio y ansia y fuerza y honor". Y reservarse lo de "sangre y fuego". Que ya nos basta con Bruselas.