Hay un campo mágico en el que se cruzan acontecimientos insignificantes, los avatares del interés social, la decisiones de los medios y los intereses económicos y todo eso hace que como el fulgor de los fuegos artificiales, y también con su fugacidad un tema salte a la escena local y mundial. Eso es lo que está ocurriendo con algunas formas del entretenimiento de Magaluf.

Diversos sectores están inmersos en una épica batalla contra supuestos crímenes contra la moral, el decoro y hasta la dignidad.

Las implicancias psicológicas de este escándalo son riquísimas por todo lo que revela.

Como es sabido, hace años que mueren jóvenes por el balconing, que los servicios de urgencias atienden intoxicaciones etílicas, y la policía es llamada a intervenir en grescas con contusos y heridos y una larga serie de manifestaciones del particular sentido del ocio y el entretenimiento de un sector de los turistas.

El contenido sexual no es exclusivo de Magaluf, parte de los festejos de San Fermín incluyen que las chicas exhiban sus pechos y los hombres los toquen. En espejo a las ya famosas felaciones de Magaluf, aquí son ellas quienes se desnudan y ellos quienes las acarician.

Toda esta temática permite discutir cuestiones de moral, estética e incluso de género puesto que hay voces críticas que ven un agravio a la dignidad de la mujer en un caso pero no a la dignidad de los hombres en el otro. Lo cierto es que aquí y allí, unos y otras, actúan por propia voluntad y sin coacciones y eso complica la cuestión de la dignidad.

Curiosamente, el espectáculo del boxeo, en el que los contendientes se golpean hasta el desmayo, con consecuencias dramáticas que muchas veces acaba con daños cerebrales irreversibles e incluso muerte, está instalado en la estructura social y casi no tiene cuestionamientos.

No recuerdo una frase tan perfecta como la del malogrado John Lennon "Vivimos en un mundo en donde nos escondemos para hacer el amor, mientras la violencia se practica a plena luz del día".

Resulta que de la confrontación de la sexualidad y su represión, surge el pudor. La maldición de los seres civilizados es que la represión se dirige selectivamente al placer. Por eso no hay reacción, críticas ni escándalo con la violencia que reina cada verano en Magaluf o en los San Fermines pero sí por un par de juegos sexuales más o menos obscenos.

Tanto es así que el trabajo psicoterapéutico por combatir la ansiedad, las fobias y depresiones depende en gran parte de mejorar la gestión y el equilibrio entre las excitaciones y la represión de las mismas.

Esta concepción freudiana tiene un antecedente en las afirmaciones de Tomás de Aquino, filósofo y teólogo perteneciente a la orden de los Predicadores, y una de las máximas autoridades en escolástica.

La forma en que él lo expreso es tan perfecta que merece ser citada textualmente: "Un vicio capital es aquel que tiene un fin excesivamente deseable, de manera tal que en su deseo, un hombre comete muchos pecados, todos los cuales se dice son originados en aquel vicio como su fuente principal. [€] Los pecados o vicios capitales son aquellos a los que la naturaleza humana está principalmente inclinada".