El insigne penalista Jesús María Silva adquirió notoriedad al basar la "inocencia" de su clienta, una tal Cristina de Borbón, en "el amor por su marido y la fe en el matrimonio". Esta visión lírica del saqueo de fondos públicos a cargo de un catedrático, ha impulsado al juez Castro a someter a un futuro tribunal la valoración judicial de "la veneración o amor que profesaba por su marido" la Infanta en cuestión.

Siempre a favor de la justicia emocional, decretamos que el amor ejemplar de Cristina de Borbón por Iñaki Urdangarin la absuelve de todo delito, incluido el mal gusto en la elección de marido. Ítem más, si el duque de Palma proclama un enamoramiento recíproco hacia la duquesa, también debe ser perdonado de los 25 delitos que se le atribuyen.

Una vez iniciado el juicio, cualquier imputado del caso Infanta ha de solicitar la palabra para reconocer que estaba perdidamente enamorado de otro de los acusados. De este modo, se procedería a la absolución correspondiente. De hecho, la sala de la Audiencia estará alfombrada de pétalos, y la banda sonora del proceso será aportada por las melodías de Roberto Carlos.

El amor exculpa del cumplimiento de la ley. Se necesitará un refuerzo jurídico para incluir al matrimonio entre los eximentes, dado que es incompatible por definición con la pasión amorosa por mucho que insista el catedrático Silva. A cambio, queda clara la influencia del estado civil en las inclinaciones corruptas. Un somero repaso de los políticos condenados demuestra que la inmensa mayoría estaban casados.

El Derecho se ha enredado en un discurso interminable sobre las repercusiones de la obediencia debida. Ahora descubrimos que el amor debido lava las culpas con mayor eficacia. Por algo clamaba el cura Agustín González en La escopeta nacional que "lo que yo he unido en la tierra no lo separa ni Dios en el cielo". Si Iñaki y Cristina se aman, son inocentes y ningún juez debe importunarlos.

Por supuesto, el amor como energía exculpatoria no debe restringirse al caso Infanta. "Amo a la fiscal", confesará el acusado, y recibirá la absolución inmediata. Poco a poco irá declinando el Código Penal, que oscilará hacia un Código Amoroso, redactado probablemente en verso. Y quienes se oponen a esta evolución se expresan desde el rencor, porque todos querríamos ser destinatarios de un amor como el de Cristina por Iñaki. Admitamos, eso sí, que un reducto de materialistas preferiría compartir sus millones a sus sentimientos. A veces me pregunto si no nos tomamos demasiado trabajo para exculpar a una Infanta tan cara. Todo sea por amor.