¿Y si en las elecciones autonómicas de mayo se presenta una coalición entre Més y Podemos? Puede que sea una alternativa más plausible de lo que algunos desearían. David Abril, diputado de Més en el Parlament, no oculta que es viable, aunque todavía esté sin concretar. Dice que hay que dejar que Podemos haga el proceso que estime oportuno, pero que no hay obstáculos insalvables, sino lo contrario, para el entendimiento. Abril es amigo de Juan Carlos Monedero, uno de los dirigentes de Podemos. Si se arriesga a declarar que el acuerdo es factible hay que concederle crédito. Una candidatura constituida por esas dos formaciones altera sustancialmente el campo de la izquierda insular: deja sin oxígeno a Izquierda Unida, que probablemente se queda sin asidero para obtener representación en el Parlament, y muy mal parados a los socialistas de Armengol, que con tan solo atisbar la posibilidad de que se constituya un frente de izquierdas de tanta envergadura les entra un sudor frío, anticipo de una nueva catástrofe en las urnas.

Podemos ha hecho irrupción en el mapa político mallorquín con una potencia inusitada, imprevista por encuestas y analistas. Los resultados obtenidos en las elecciones europeas son espectaculares. El caudal de votos cosechado en varios municipios mallorquines les ha situado como tercera fuerza política, a muy poca distancia de los socialistas, codeándose con ellos, casi a tiro de piedra de los populares. Las elecciones del pasado 25 de mayo han dibujado un mapa político en el que la suma de las izquierdas, incluyendo al PSOE, lo que, dado lo que se ha visto y lo que se está viendo, es forzar un tanto los encasillamientos, supera ampliamente a las derechas. Se sentencia que el resultado de las elecciones europeas no guarda mimetismos con los que se dan en las elecciones generales o en las municipales y autonómicas, y así ha sucedido en otras ocasiones. Sucede que la situación tampoco es la misma de cinco, diez o quince años atrás. La triple crisis, política, económica y social, que ha sacudido de mala manera a España ha modificado profundamente comportamien- tos que parecían muy arraigados. Al contrario que en anteriores convocatorias, ahora se está indagando si las pautas que han exhibido los ciudadanos en las europeas son el anticipo de lo que está por venir en las municipales y autonómicas de mayo y en las generales previstas para finales de 2015. La zozobra se ha adueñado de PP y PSOE, que no dejan de estudiar lo acaecido y tratar de ver si será similar a lo que se tendrá que computar en el lapso de poco más de diez meses.

En las europeas Més no participó. Tampoco lo hizo el Pi, que todavía no ha acreditado de qué potencia dispone, si es la suficiente para irrumpir en la cámara autonómica con la autoridad necesaria para erigirse en interlocutor imprescindible. No sé hasta dónde el voto de las europeas se reproducirá en las municipales y autonómicas, pero si una coalición Més-Podemos se presenta en mayo, hay serias probabilidades que se materialice una permuta en la hegemonía de la izquierda mallorquines: que esa todavía no concretada coalición quede por delante del PSOE, lo que supondría una profunda alteración de los comportamientos electorales habidos desde las primeras elecciones, las de junio de 1977. Si, además, se da la eventualidad de que hay una mayoría parlamentaria de la izquierda, lo que me parece difícil, se asistiría a la llamativa escena de ver cómo los disminuidos socialistas se ven obligados a dar sus votos para la investidura de presidente de la comunidad autónoma al candidato de Més-Podemos. Un trago casi imbebible para el PSOE.

En la derecha está por dilucidar, aparte de lo que dé de sí el Pi, primero si UPyD se ha estructurado lo suficiente, fundamentalmente en Palma y en los municipios que, como Calvià, tienen un comportamiento electoral más proclive, para entrar en el Parlament; y después conocer cuál es el deterioro que afecta al PP. Los populares fían buena parte de sus opciones electorales a la recuperación económica. La reforma fiscal del Gobierno va por esos derroteros. No es descartable que consigan recuperar parte del electorado perdido. Hay, sin embargo, un elemento que en el partido de la derecha no parece ser valorado suficientemente: el enorme hartazgo existente en la ciudadanía con el esquema institucional existente, con el bipartidismo y los comportamientos políticos estampillados en los tiempos de la Transición. A lo que hay que sumar el daño que han hecho los sucesivos casos de corrupción que han desnudado las carencias del sistema. No está nada claro que sea suficiente la anunciada recuperación para lograr que el electorado de la derecha regrese mansamente al redil o si, por el contrario, una vez comprobados los efectos que ha tenido la desafección constatada en las europeas, decidirá proseguir con el castigo, incluso acentuándolo, pasando a votar a otras opciones del ámbito del centro derecha.

Esta inquietud anida en el PP. Corresponde al presidente del Gobierno dar la respuesta para cortar la sangría. El temor existente entre los dirigentes populares en las regiones que van a renovar sus parlamentos en mayo, es el de que Mariano Rajoy no modifique el comportamiento que sobradamente ha acreditado en los más de dos años y medio de legislatura. Creer que una cierta recuperación será suficiente para retornar a los viejos hábitos de voto parece una apuesta muy arriesgada, puesto que lo que se reclama es una sustancial modificación de las estructuras político-institucionales, aventura a la que no se muestra proclive el presidente Rajoy, cuya contrastada alergia a salirle de los trillados cauces actuales puede que en la actualidad sea una hipoteca más onerosa que la derivada de la calamidad económica que desde 2008 estamos padeciendo. La coalición Més-Podemos será, si llega a concretarse, otra llamativa consecuencia de los cambios que están entrando en tropel en nuestras vidas, en tropel y a borbotones desde el pasado 25 de mayo.