Urge desmontar la falacia independentista de Artur Mas y Esquerra Republicana. No es posible que mientras ellos ponen en riesgo la unidad de España, dentro de la diversidad y el reconocimiento a las regiones y nacionalidades, el resto de fuerzas políticas permanezcan en el limbo de la indefinición.

La primeria falacia independentista que debemos apuntar es el mantra de "España nos roba". Ello es totalmente falso. Cataluña, junto con el País Vasco, fueron las regiones más favorecidas en tiempos del general Franco, tanto desde el punto de vista de dotación de infraestructuras, como desde el punto de vista de inversiones productivas, en especial la industria, que provocaron un desplazamiento de mano de obra desde las regiones más deprimidas de España, principalmente Andalucía, Extremadura y Murcia.

Con la llegada de la autonomía, el País Vasco y Navarra conservan y amplían los beneficios del concierto y convenio económico; así lo dicta la disposición adicional primera de nuestra Constitución. Ello supone una franca discriminación, con el resto de comunidades autónomas, no solo con Cataluña, también con Balears.

Son precisamente las políticas proteccionistas del régimen franquista, siguiendo e incrementando el trato de favor que se inicia en el siglo XVIII, las que convierten a Barcelona en una ciudad prospera, desde el punto de vista comercial e industrial. Con ello no queremos ni debemos desmerecer el carácter innovador y emprendedor de los catalanes, pero estos no deben olvidar que fueron muchos los españoles que arrimaron el hombro y que hoy los hijos de aquellos inmigrantes son tan catalanes como los de propia cuna.

La segunda falacia independentista, es atribuir al pueblo catalán el derecho de autodeterminación. A estas alturas apelar a la declaración de la ONU, indica mala intención, o bien desconocimiento, cosa que no creo. Este derecho está limitado a procesos de descolonización y regímenes no democráticos y totalitarios, que incorporaron territorios por actos de invasión y de guerra. Este, por ejemplo, fue el caso de los Balcanes, por parte de la Unión Soviética. Hecho este que no ha sucedido, ni sucede, en Cataluña ni en ninguna otra parte de España.

La tercera falacia es decir al "pueblo catalán" que con la independencia seguirá integrada en la Europa comunitaria, conservará el euro y seguirá formando parte de la OTAN. Tal barbaridad es propia de mentalidades totalitarias que usan el engaño para conseguir sus objetivos. Me explico. Los tratados de la UE dejan bien claro que si una parte de un Estado miembro se separa de esté queda fuera de la Unión y deberá iniciarse todo el proceso de integración partiendo de cero. En relación a la OTAN, al igual que ocurre con la Unión Europea, se necesita el acuerdo unánime de todos los Estados integrantes de la Alianza. Y por lo que respecta al euro, una Cataluña independiente quedaría fuera de la unión económica y monetaria de la UE.

Podríamos añadir más engaños de los independentistas a su pueblo, para conseguir su objetivo de secesión e independencia. Creo que no es menester. Basta y sobra con los tres ejemplos apuntados para desmontar el castillo de naipes que se ha ido construyendo, gracias al engaño permanente, que si rubor han predicado y practicado los actuales líderes políticos de Convergencia y Unió y de Esquerra Republicana.

Sólo hay un camino para llegar a la independencia. Este pasa por plantear la reforma de la Constitución en las Cortes Generales, para que inicien el trámite. Si se aprueba iniciar la reforma de la Constitución se deben disolver las cámaras y convocar elecciones constituyentes cuyo objetivo sería reformar la carta magna, para después someter la reforma a referéndum, no de Cataluña, sino de toda España. En síntesis esto es lo que nos marca la ley; y en un Estado democrático y de Derecho, la ley es para cumplirla y hacerla cumplir. Y es que la democracia y el estado de derecho nada tienen que ver con las ocurrencias populistas y menos aún con el capricho de adaptar las normas a intereses particulares, sean estos territoriales o de personas.

Está claro que las normas y leyes no son materia petrificada e inalterable, sino que estás, las leyes, están vivas y deben adaptarse al momento al cual deben servir, de ahí que hoy en España hace falta introducir reformas de hondo calado, para hacer de nuestra democracia una democracia más estable, más viva y más participativa. Todo ello pasa, entre otras cosas, por reformar la ley electoral, por dar un auténtico carácter de representación territorial al Senado, por hacer efectiva una autentica reforma de la administración pública, que evite duplicidades€ Hay mucha tarea por delante y está la debemos hacer todos juntos, sin poner en riesgo lo que tanto nos ha costado construir; una España unida, dentro del respeto a la diversidad de los pueblos que la integran, libre y democrática. Lo dicho, basta de falacias independentistas.