En 2007 empezamos a escribir sobre la urbanización de es Guix en Lluc, en solitario y espoleados por el silencio de quienes hoy celebran un desenlace parcial favorable a la protección del enclave. Al contemplar las colmenas en la montaña sagrada, que la compañía urbanizadora promocionaba como el "nuevo pueblo de Escorca" con "estructura urbana", pensaba que me estaban gastando una broma pesada. Que todo era una ficción para desacreditarme todavía más. Aplicamos a la insultante profanación el formato de las causas perdidas, porque ocultar información a un lector es menos grave que levantarle falsas expectativas.

Escrupulosos con el protocolo informativo, nos dispusimos a recabar la opinión del alcalde de Escorca y de la empresa urbanizadora. El segundo testimonio se hizo superfluo, porque un tal Antonio Gómez defendió los intereses de la promotora con tal furia que ni el consejero delegado hubiera mejorado al munícipe. A propósito, la página web fue retirada de inmediato tras la publicación, una prueba de culpabilidad más clamorosa que la estimulante sentencia dictada por el Tribunal Superior de Farmacia de Balears. El Consell de Progreso anuló el proyecto mientras ocultaba cuidadosamente Villa Cortina en Formentor. Gómez prometía querellas por doquier. En una sociedad civilizada hubiera sido desterrado de la isla, aquí lo hicimos vicepresidente.

A fecha de hoy, el presidente de Balears posee un pisito millonario que desfigura el entorno de la Catedral, en un edificio que por tanto fue declarado ilegal por el Tribunal Supremo. El vicepresidente de Balears pretende urbanizar el enclave religioso más reseñable de la isla, con un entusiasmo de paleta y de paleto. Son dos consumados ateos nihilistas, por ponerlo en un lenguaje que no entienden. El partido que representa los intereses de ambos porfiará para la violación del corazón del territorio en es Guix, con el dinero del contribuyente. No hablamos de coincidencias forzadas, sino de los requisitos exigibles para detentar -verbo utilizado correctamente por vez primer- el poder en Mallorca.