Fue un filósofo de resistencia, en muchos casos ninguneado o, directamente, apabullado por el célebre maximalismo español. Aguantó con estoicismo todo el arsenal que fue cayendo sobre él. Impasible el ademán, persistió en la tarea sorda y silenciosa de pensar lo real, siempre muy cerca de Ortega aunque con un estilo muy distinto, mucho menos seductor y espectacular que el que exhibió el maestro. Marías o la seriedad del pensar. Sin duda, el pensador vallisoletano que veraneaba en Soria, reiteraría, ahora más que nunca, aquella respuesta que dio en una ya lejana entrevista: "Aquí hay poco pensamiento político y mucha politización del pensamiento." Un republicano sensato que tuvo que emigrar allí donde el acto de pensar podía desarrollarse sin griteríos, broncas ni acusaciones burdas. El temple y la distancia anglosajonas airearon su pensamiento. Un exilio, en este aspecto, muy saludable. En un periodo sin matices, la persona de Marías representaba, por decirlo de algún modo, eso que algunos han llamado la Tercera España. No fue un tibio, pues dijo sin alzar la voz y con toda naturalidad lo que pensaba. Pero el tema no estaba para matices. Los brutos suelen borrarlos de un plumazo.

Uno de esos filósofos que, debido a su arraigo en lo real, se nos hace muy necesario para articular una filosofía de lo posible, digámoslo así. Aquí se ha dicho de él que fue un izquierdista peligroso, pero también un señor de derechas. No hay que perder ni un minuto en tan sesudas conclusiones. La cuestión era torcer su amable republicanismo. Sarcasmos aparte, Julián Marías no tuvo la brillantez ni hizo gala del ingenio que sí demostró su respetado y admirado maestro, Ortega. Ahora bien, Marías fue sin duda un filósofo de fondo que había que leer con detenimiento para darse cuenta de que en España se puede pensar y escribir con grandes dosis de sentido de la realidad. No fue un malabarista del pensamiento, ni falta que le hizo. No se anduvo por las ramas, y su pensamiento iba siendo redactado con lentitud y calma. No pudo ejercer en su país labores de docencia. Sin duda, nos perdimos un gran pedagogo. Ese tiempo lo empleó en escribir. No fue un filósofo de traca, pero sí que tuvo el valor tranquilo de decir lo que pensaba. No en vano, Marías era de esos filósofos, de esos hombres que asociaban valor y dignidad. Sin valor, la dignidad queda seriamente averiada. En un país acostumbrado a subrayar, a enfatizar y a celebrar las ocurrencias, Marías no cumple „o no cumpliría„ con el requisito de filósofo mediático. Su aspecto de profesor aburrido no quedaría bien en pantalla. Ahora bien, si uno repasa sus artículos de fondo sobre determinados temas, se dará cuenta de que estamos ante un pensador muy valioso, un hombre con una cultura vastísima y variada y que trata por todos los medios de pacificar el gallinero patrio.

Por ello, uno se inclina a sospechar de las trampas del carisma, de los peligros de la mera seducción. Una seducción que no esté sustentada por un pensamiento, se queda en eso, en fascinación pasajera Y Julián Marías, que ahora cumpliría un siglo de vida, perteneció a una clase de hombres cultos que despreciaba el brillo excesivo, más que nada porque ese brillo suele cegarnos. A él le adornan otras virtudes que, a pesar de todo y de las modas, siguen vigentes, aunque su vigencia haya que buscarla con lupa. Pongamos solamente una: tenacidad. Son pensadores necesarios para una sociedad proclive al desvarío y al exceso, a lo atrabiliario y a la grosería, que buscan más el consenso que la discordia. Y Marías sabe de lo que habla, pues estuvo a punto de ser fusilado. De ahí su insistencia. Esa Tercera España a la que aludíamos más arriba no puede ni debe confundirse con la ambigüedad o la falta de compromiso. Lo que ocurrió es que aquellos españoles disidentes del fascismo y del frentepopulismo, no tenían mucha cabida. Y para ello, para defender esa tercera España, había que tener mucho valor. El mismo Marías solía recordar una frase de Cánovas, que decía: "Con la patria se está con razón o sin razón, como se está con el padre y con la madre." Cincuenta años después, Julián Marías la modificaría del siguiente modo: "Se está con ella, pero no dándole la razón si no la tiene, sino procurando hacerla entrar en razón, aun a riesgo de la vida, de la propia, no de la ajena". Un filósofo valeroso y virtuoso, Julián Marías.