Las autoridades nepalíes, según declara el director de su oficina turística, andan dándole vueltas al establecimiento de controles en el Everest para impedir que haya un imbécil empeñado en ser el primero en desnudarse en la cumbre y logre semejante gesta. Teniendo en cuenta que la temperatura allí era ayer de 38 grados centígrados bajo cero, cuesta trabajo creerse que exista alguien con semejante falta de sentido común. Pero leo que también en el Perú están muy preocupados los responsables del turismo porque se está asentando la costumbre de quedarse en bolas en el Machu Picchu para sacarse una foto así delante de los tesoros arqueológicos y, ¡ay!, el clima suave „si se compara con el del Himalaya„ no echará atrás a nadie. Al cabo la cuestión tampoco es de fríos y calores, si bien lo miramos, sino de modas o, mejor dicho, del fenómeno de la notoriedad que las redes sociales han reducido a la postre a una miseria pero que llega a todas partes. Si Mark Chapman se cargó de un tiro a John Lennon a cambio de unos renglones miserables en el libro de la Historia, ¿qué no hará cualquier descerebrado que sabe que, por la vía del mérito, jamás logrará algo digno de ser recordado?

Las gestas consistían antes en llegar antes que nadie a lo más alto de la montaña más alta del planeta, no en hacer el pino allí. O en alcanzar el Polo Sur por vez primera y sin necesidad de hacerlo a la pata coja. Pero el concepto mismo de gesta ha caído en picado porque no quedan ya empresas de las que honraban al aventurero y, de paso, a su patria „la de compromiso a menudo, como sucedió con Colón. Por lo menos los nudistas del Machu Picchu no exhiben bandera alguna pero si lo hiciesen a nadie le llamaría ya la atención. Cuando la gesta emprende el camino de la banalidad pierde en el arcén todo aquello que pudiésemos considerar heroico.

También es ése uno de los signos de estos tiempos que nos ha tocado vivir: el de la transformación del héroe de personaje público en protagonista de dramas anónimos. El heroísmo consiste hoy en echarse a la calle a buscar un trabajo y no detenerse de camino en el ministerio de Hacienda, o en el de Economía y Competitividad, o en el de Empleo, para matar a alguien. De momento no le ponen a uno en el libro Guiness de los récords por hacer algo de ese estilo pero vaya si tiene mérito. Mucho más que el del nudismo en la cumbre que, al fin y al cabo, sólo necesita de mucho dinero para que los sherpas te lleven allí y luego tan poca cabeza como para terminar la gesta sin ropa alguna. No se sabe si hay que bajar en plan Adán o está permitido volver a vestirse. Tampoco se dice nada acerca de si tendrá más mérito o no el desnudarse mirando a barlovento, que debe doler aún más. En realidad lo oportuno es dar esa gesta por concluida y buscar la siguiente. Morderse un codo, por ejemplo, o beber del vaso por la parte de fuera. Puestos a ser héroes, no nos quedemos cortos.