Viva la neuroplasticidad ya descrita e intuida por un aragonés ilustre, el insigne Cajal. Cayó el mito del cerebro inmutable e inalterable. Ya lo anticipó Heraclito "nada hay más inmutable que el cambio". Ya podemos rediseñarlo. Ahora bien la neuroplasticidad que convierte a nuestras mentes en algo con mayores recursos, también la hace más vulnerable a las influencias externas. Nuestro cerebro está en constante cambio, luego está especialmente dotado para deliberar. No hay mejor training mental que la deliberación, ya que desarrolla a tope nuestra neuroplasticidad y además fomenta la empatía. Deliberar es un proceso de lógica dialéctica, interactivo, donde a través de la escucha activa, se intercambian y articulan verdades insuficientes, donde se dan razones, experiencias, de forma que se vayan cociendo o madurando las decisiones con el objetivo de que sean, no óptimas sino prudentes. Cuántas ocasiones desperdiciamos para practicar y aprender a deliberar. Hay que reivindicar a Sócrates: "Soy como una partera (su madre lo era) que ayuda a sacar lo mejor de cada uno". Sócrates no decía lo que había que hacer pero si enseñaba a cuestionarse las razones y los valores. Un handicap para deliberar son los pre-juicios, que son ideas y decisiones preconcebidas y previas al proceso de deliberación. Lo que nos pide el cuerpo es imponer y dejar al otro sin repuesta. Las deliberaciones son fértiles si nos dan razones distintas u opuestas: es decir si nos quitan la razón. Deliberar es provechoso si hay cambios en los prejuicios. Como decía Aristóteles no se delibera sobre lo que no puede ser de otra manera. ¿Y a quién le gusta que le quiten la razón? Solo nos ayuda quien nos quita la razón, bajándonos los humos. No todo el mundo vale para practicar la deliberación. Un ejemplo era Unamuno, que decía que le gustaban los monodiálogos, era el padre, el hijo y el espíritu santo y que realizaba exhibiciones narcisistas de lo que sabía. No deliberamos porque no nos gusta y además conlleva incertidumbre. Los atajos o salidas del proceso deliberativo son la búsqueda de chivos expiatorios, la negación o la proyección. Los fanáticos, los rígidos, los obsesivos, los talibán-fundamentalistas de la cosa, los narcisistas y los que sufran deliberando deben de abstenerse... Solo pueden aprender aquellos que aceptan otros puntos de vista. A veces los que no saben las soluciones se las inventan. Deliberar es difícil. No se puede hacer desde el miedo y en guardia. Exige flexibilidad, saber escuchar y tener empatía que se demuestra concediendo competencia comunicativa al otro. Es un hábito, que hay que practicar muchas veces. ¡Qué bueno sería que se enseñara ya en la primaria! Ante los valores, que son irracionales y tienen un alto grado afectivo-emocional hay tres tipos de actitudes: la impositiva, la neutralidad o tolerancia (culturas pluralistas) y la actitud deliberativa Deliberar sobre hechos es fácil, pero sobre valores, (no son racionales), es más difícil. Los valores no son racionales pero tienen que ser razonables. Los fundamentalistas realizan una gestión no razonable de los valores, muy condicionados por su actitud. Verbalizar argumentos sobre nuestros valores no es tarea fácil. Uno muchas veces se da cuenta de que tiene menos valores de los que pensaba, y este darse cuenta fastidia al ego y entonces somos conscientes de nuestra propia debilidad. Sobre los intereses se negocia, sobre los valores se delibera. La negociación se basa en la estrategia y su término es la utilidad. La deliberación busca optimizar valores en conflicto y su término es la prudencia. Deliberamos con el objetivo de tomar decisiones prudentes, pero nunca reduciremos la incertidumbre a cero. Deliberamos sobre hechos, valores, circunstancias, consecuencias y actitudes.

Deliberar es darse cuenta de que las razones ajenas tiene su peso y de las razones que uno tiene y de las que uno no tiene. Cuando deliberamos sobre los valores (los nuestros y los ajenos), disminuye el fanatismo y la necesidad de imponerlos y de adoctrinar. Deliberar convoca a la participación, a la interacción y a la empatía. Es auto psicoterapéutico. Facilita el autoconocimiento y con menos humos empezamos a pensar que nos pueden ayudar. Aumenta la salud mental personal y colectiva y disminuye la toxicidad social. Se adquiere con la práctica y con el aprendizaje de habilidades. Cambiar ideas es fácil pero cambiar actitudes es muy difícil, porque se adquieren en la programación precoz durante la infancia. Cuando no se sabe deliberar se tiende a adoctrinar, a informar y a dogmatizar. La deliberación busca analizar los problemas en toda su complejidad. A todos nos gusta tener toda la razón, la verdad absoluta y universal del razonamiento apodíctico). Uno la busca pero no lo encuentra, no nos sale. Entonces por la vía de las emociones intentamos suplir la razón por el cabreo y por las tripas emocionales para imponer nuestro punto de vista. No hay dilemas hay problemas. En la toma de decisiones tenemos que buscar cursos de acción no extremos ya que lesionan valores. Los cursos intermedios promueven valores. Hay que identificar el curso óptimo que generalmente siempre está cerca del término medio. El proceso deliberativo exige la escucha activa (la angustia no deja por lo general escuchar al otro, precisamente porque se tiene miedo de lo que pueda decir), el esfuerzo por comprender la situación objeto de estudio, el análisis de los valores implicados, la argumentación racional sobre los cursos de acción posibles y los cursos óptimos, la aclaración del marco legal, el consejo no directivo y la ayuda aún en el caso de que la opción elegida por quien tiene el derecho y el deber de tomarla no coincida con la que el profesional considera correcta. Deliberar no es fácil, exige una gran madurez psicológica y humana y precisa conocimientos, habilidades y ciertas actitudes básicas (entre ellas cierta humildad intelectual). La deliberación no tiene como objetivo el consenso, ni la unanimidad en la decisión, ni puede considerarse un fracaso el hecho de que esta unanimidad no se logre. Lo que se busca es que las decisiones tomadas sean prudentes. ¿En nuestra sociedad actual creen que apostamos por la deliberación? ¿Creen ustedes que los políticos en el Parlament deliberan? ¿Qué nota les darían ustedes en la asignatura de la deliberación? ¿Cuánto se delibera en la actual partitocracia? Ah y no olviden; aun, aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma. Les aconsejo un manual en la derrota: Leonard Cohen y su sublime Show.

* Psiquiatra en Son Espases y coordinador del Centro de atención integral de la depresión