Se han cumplido dos años desde que ETA decidió unilateralmente dejar las armas y renunciar a la extorsión. Lo hizo apremiada por su brazo político y por el hecho de estar completamente acorralada por las fuerzas de seguridad del Estado. Y si el desenlace de la violencia etarra hubiera tenido lugar en los últimos años noventa, poco después de la firma del Pacto de Ajuria Enea de 1988 que preveía el "final dialogado", es probable que el desenlace de ese gesto hubiera sido una negociación. Hoy, en cambio, es impensable cualquier clase de interlocución siquiera entre ETA y el Estado. La sociedad democrática española ha sufrido demasiado y demasiado tiempo para que resulte concebible cualquier final del problema que no sea la derrota de la violencia a manos del Estado de Derecho. No cabe, en fin, más que la exigencia a ETA de su disolución y la aplicación estricta de la ley vigente, en toda su extensión.

Resulta sin embargo que es la ley vigente la que regula los beneficios penitenciarios, que habría que activar para que los presos etarras puedan irse acogiendo individualmente a ellos, una vez que el colectivo ha reconocido „en términos oscuros pero inteligibles„ el reconocimiento del daño causado y el rechazo público a la violencia. Se trataría, en fin, de resucitar la llamada "vía Nanclares", hoy cegada, mediante la simple aplicación de la política penitenciaria que se desprende de la propia normativa en vigor. Esto es lo que el presidente vasco, Urkullu, ha planteado a Rajoy en su reciente y semipública entrevista, en el marco de un plan de superación del drama vasco en que se involucrarían, además de los dos gobiernos, el PP, el PNV y el PSE.

Como es conocido, el Gobierno Rajoy ha debido enfrentarse a una corriente interna de opinión, encabezada por Mayor Oreja y el entorno de María San Gil, según la cual ETA no habría sido derrotada sino al contrario ya que ha logrado su objetivo que es estar en las instituciones. En esta argumentación se ignora a) Que la izquierda abertzale ha desempeñado un papel relevante en la renuncia a la violencia etarra, y b) Que Bildu ha llegado a las instituciones después de presentar en sus estatutos la renuncia explícita a la violencia y la condena expresa a ETA. Alegar, en fin, razones inciertas para mantener la tensión en Euskadi „"contra ETA vivíamos mejor", ironizaba Luis Rodríguez Aizpeolea para describir esta actitud„ es un disparate que retrasa innecesariamente la normalización „que no el olvido, que no puede ni debe producirse„ y el arranque de un lento proceso de reconciliación que antes o después habrá de ir cerrando las heridas, todavía abiertas y supurantes.

La nueva dirección popular en Euskadi, con Arantxa Quiroga a la cabeza „y en la línea de Basagoiti, tan recordado„, está en esta tarea, y fue la que auspició este último encuentro de Urkullu con Rajoy. Sería deseable que el jefe de Ejecutivo se mostrara receptivo a estas tesis, cargadas de generosidad y afán de superación, sin ceder a las reservas arcaizantes de la vieja guardia.