En la película de Woody Allen A Roma con amor, hay un personaje al que de repente comienzan a perseguir las cámaras de televisión y los periodistas haciéndole preguntas sobre sus aficiones, su modo de afeitarse, sus gustos culinarios, etc. El hombre, magistralmente interpretado por Roberto Benini, es un humilde oficinista al que se le viene la fama encima de manera gratuita, como al que le toca la lotería. Las mujeres suspiran por meterse en la cama con él, le dan las mejores mesas en los restaurantes de moda y en los estrenos de cine pisa, entre vítores del público, la alfombra roja que conduce a la sala. Todo esto, insistimos, no viene a nada. Un día se levanta y ocurre.

Pasado el tiempo, al personaje comienza a agobiarle la situación. Entonces, en una charla que tiene con su chofer (el chófer venía en el paquete de la fama), le pregunta:

-¿Por qué soy famoso?

-Usted es famoso por ser famoso „responde sabiamente el conductor„.

La respuesta es genial porque pone al descubierto el mecanismo que rodea, no ya a la fama, sino a la vida en general. ¿Cuánta gente es famosa por ser famosa? Infinidad. La televisión es un desfile continuo de esta clase de personas. ¿Por qué nos atraen? Porque son famosas. ¿Y por qué son famosas? Por eso mismo, por ser famosas.

En la película de Woody Allen, un buen día, y del mismo modo que le llegó la fama, le desaparece. Así, de un lunes para un martes, el personaje pasa de no poder recorrer tres metros por la calle sin que le pidan autógrafos, a que lo ignoren como el individuo anodino que es. Al principio, le parece un descanso, pero enseguida empieza a echar de menos los beneficios de la situación anterior y enloquece. ¿En qué consistían básicamente esos beneficios? En el reconocimiento. La gente lo reconocía sin necesidad de haber llegado a conocerle. Entre el conocimiento y el reconocimiento, pese a lo que indica el prefijo, no existe relación alguna. Pero vivimos en un mundo en el que prima lo segundo sobre lo primero, que viene a ser como rememorar sin haber memorado, o como revivir sin haber muerto. Estamos inventando formas de vidas muy extrañas.