Es un debate complejo y creo que el debate dialéctico es más adecuado que el dilemático (sí/no) en esta cuestión. El debate de la facultad no es nuevo y es bueno contar parte de su intrahistoria. En el añ0 2007, en plena fase preelectoral, entre las propuestas sanitarias que realicé en la convención de participación ciudadana del Partido Popular, hubo un proyecto estrella: la futura facultad de medicina de Balears. Yo fui testigo, con otras personas, de cómo el señor Matas le pregunto al señor Aguiló (el exconseller de Economía), cuánto costaba poner en marcha una facultad de medicina, creo que Aguiló contestó que entre 10 y 12 millones de euros. Más tarde Matas la prometería en el cierre de la convención.

Ese mismo año yo publiqué un articulo en este diario: "La facultad de medicina un proyecto común y necesario", abogando por un pacto social, económico y político para su puesta en marcha. Entonces, como ahora, había partidarios a favor y en contra pero, sabíamos cómo hacerlo y podíamos económicamente. Escribía yo entonces: "Todos sabemos que la erudición sirve muchas veces para ocultar la incapacidad o la improductividad y está claro que la docencia debe derivarse de la investigación o de la actividad asistencial. Tenemos un buen corpus docente, unas infraestructuras sanitarias excelentes y una gran potencialidad investigadora.

El debate de la viabilidad debe de iniciarse ya, con la participación e implicación de forma trasversal de diversos segmentos sociales. Es muy importante que el dinámico y excelente sector empresarial desde su responsabilidad social apoye esta magnífica oportunidad y haga suyo este proyecto. Hay que tener en cuenta la dimensión económica como polo de crecimiento ya que la industria de la salud es un sector muy productivo y atractivo de la economía moderna. Muy importantes son los espacios de interacción e integración con otras áreas de formación a las cuales complementará y dinamizará: psicología, biología, ciencias de la salud, bioinformática, genética, neurociencias, etc.

Mención especial serán las sinergias con la investigación tanto básica como la I más D biomédica a las que maximizará e intensificará. Las biociencias (genómica, proteómica y bioinformática, telemedicina) tienen un horizonte de enorme potencial, que permitirían incluir a Balears en el ámbito de las biorregiones.

Por otra parte, liderará una excelente formación continuada acreditada y la recertificación de competencias que nos permitirá adaptarnos a la demandas del paciente que viene: más activo, informado y autónomo. Ahora es el momento de abordar el reto por encima del cainismo político. Hagamos una facultad de medicina abierta y no parasitizada por la endogamia crónica, clichés y mitos tribales y "ombliguistas". El posicionamiento de la UIB en el tiempo de la magnífica exrrectora Monserrat Casas fue en contra de la facultad, probablemente por una insuficiencia presupuestaria que no garantizaba la viabilidad. Y el gobierno de personalidad múltiple, también llamado de progreso, tampoco la incorporó en los cuatro años de legislatura. Eso sí que hubiera sido una inversión silenciosa y no el silencio inversor y el tsunami despilfarrador y deudor (también llamada la tormenta perfecta o ciclogénesis balear) que dejaron y que ahora vamos pagando.

El debate de la medicina es como el Guadiana, fluctúa turbulentamente entre el missing y la eclosión. ¿Por qué emerge ahora? Bien hay un hecho claro: la reciente constitución del Instituto de Investigación Sanitaria de Palma. El órdago estaba echado, había seis millones de euros (tres en créditos y tres en subvenciones para equipamiento e infraestructura), pedido por el doctor Llobera en el 2010 que debíamos devolver el 31 de diciembre si no se utilizaban ya que se nos había acabado las prórrogas. ¿Por cierto, gobernando el Pacte, quién paró el proyecto de iniciar los estudios de medicina, tras todos los trámites de acreditación resueltos? ¿El motivo de pararlos fue un móvil económico o más bien fue un ajuste de cuentas?

El recién creado Instituto ha sido pues un parto de urgencia y la formula de qué els doblers no retornasen a Madrid. Ahora hay que acreditarlo para poder optar y competir por unos fondos específicos del Carlos III y de ahí a que se replantee de nuevo la facultad de medicina. Ahora bien, ¿esta acreditación solo puede hacerse creando una facultad de medicina?, ¿puede hacerse un convenio de acreditación con otras facultades? Pero lo interesante del debate son las argumentaciones dispares que se vuelven a hacer. ¿No tendríamos que renunciar a nuestra victimización recurrente a nuestro complejo de inferioridad con respecto a otras comunidades que sí tienen facultades de medicina? ¿Han acertado ellas o nosotros? ¿Es racional argumentar nuestro pseudo agravio con respecto a otras comunidades en este aspecto?

No es un síntoma de quejorrera colectiva y desrresponsabilizadora. Está claro que si no se ha hecho es porque no hemos querido cuando podíamos. ¿El argumento de que así estudiarán los mallorquines aquí y no fuera es una razón de primer orden?, ¿se puede garantizar que será así?, ¿no estaría más garantizado con una facultad de medicina privada?, ¿no es un valor añadido que nuestros jóvenes se desplacen fuera, se formen en magníficas universidades, crezcan emocionalmente, desarrollen su autonomía y aprendan estrategias interactivas?

En el contexto actual hay unos datos que no pueden obviarse: hay más de 8.000 médicos españoles emigrantes, hay ya un importante paro médico, a lo largo del último trimestre del 2013 la cifra de médicos desempleados alcanzó los 1.968 facultativos. Según la Organización Médica Colegial (OMC) "los datos oficiales no reflejan la situación laboral actual de los médicos, ya que no se han contabilizado los 3.400 certificados de idoneidad expedidos por la OMC el año pasado, que son indispensables para ejercer fuera de nuestras fronteras, ni se han tenido en cuenta las cifras de paro sumergido y precariedad laboral del último ejercicio, básicamente porque se desconoce cuáles son".

Por otra parte, el Foro de la Profesión Médica, que engloba a estudiantes, sociedades científicas, decanos, a la OMC y a la Confederación de Sindicatos Médicos, reclamó recientemente al Gobierno más planificación y coordinación en la creación de nuevas plazas para medicina. Denuncia en un nuevo documento que este año saldrán 7.000 estudiantes de medicina de las facultades españolas, mientras que el sistema MIR solo podrá acoger a 6.000 de ellos, y pese a estos datos, se prevé la apertura de siete nuevas facultades. Es decir, 1.000 jóvenes profesionales tras un costoso proceso de aprendizaje van a engrosar, anualmente, las listas del paro.

Recientemente los decanos de las facultades de medicina se posicionaron en contra de nuevas facultades y fueron críticos con la docencia y formación que se da en algunos hospitales del Estado. Por otra parte, parece que hay un proyecto firme de una universidad privada que quiere implantar los estudios de medicina en nuestra comunidad. Dos amigos no médicos, ya jubilados pero con un cash cognitivo de alto nivel temían que esta decisión acabara tomándose porque "tenemos que ponernos la medalla, para que no se la pongan los otros, por pulsiones afectivas ligadas a otro tipo de reivindicaciones ideológicas, por catedraticofilia personal o por el ombliguismo de la foto de la primera piedra, la placa de inauguración o por un puñado de votos". Uno de ellos me pregunto: "¿Está la sobrassada connection en este ajo?". Yo le respondí que la existencia de ese mítico lobby es una leyenda de ficción sanitaria.

La verdad es que estas argumentaciones me preocuparon porque justamente estas motivaciones son las que han guiado hasta ahora a la secta política actual. Luego se extrañan de la revuelta Gamonal. Pienso que el anhelo de una facultad de medicina es un sueño que se hará realidad. Tenemos excelentes mimbres. Ahora aunque sigue habiendo división de opiniones, sabemos cómo hacerlo, podemos hacerlo mejor que en el 2010, ya que tenemos instituto de investigación, una postura de la UIB proactiva y una magnífica plataforma hospitalaria (Son Espases y Son Llàtzer) de docencia e investigación, pero la cuestión hay que situarla en el ámbito ético.

Debemos preguntarnos: ¿aquí y ahora se dan las circunstancias idóneas para que el proyecto sea pertinente, viable y sustentable? ¿Es ético y ejemplar (y no es lo mismo debería que debo) destinar recursos económicos, en momentos de recortes lineales y de grandes necesidades sociales en proyectos, subvenciones y organizaciones cuyos fines no son en este momento prioritarios para el interés general?, ¿en este contexto actual de austeridad y recortes debe de priorizarse en la planificación universitaria y sanitaria la creación de una facultad de medicina?, ¿no habiendo déficit ni carencia de médicos debemos invertir en una facultad de medicina?, ¿no deberíamos apuntalar y reconstruir la sanidad, la educación y la dependencia?, ¿no deberíamos ir desarrollando la conectividad investigadora de calidad, para que a corto plazo, en un contexto más propicio volver a replanteárnoslo?, ¿no deberíamos dejar de gastar (es decir, malgastar) en subvenciones totalmente prescindibles y así liberar recursos para otras prioridades y a corto-medio plazo para la facultad de medicina?

Admitir la realidad es empezar a modificarla. La toma de decisiones debe hacerse siempre de manera prudente y por supuesto teniendo claro que el contexto no podemos obviarlo. Los pasos están claros antes de tomarlas debemos de deliberar sobre los hechos o datos, los valores, las circunstancias y las consecuencias. Otro gallo nos cantaría si los pseudo líderes políticos que han "okupado" y "okupan" el poder hubieran funcionado con más canon ético, menos estética y más ética de las responsabilidades. Es decir con más virtudes (concepto muy devaluado) y menos vicios (etimología de virtud o arete: capacidad o hábito de hacer algo bien. Vicio: repetición de hábitos malos). La prudencia es hacer lo correcto en el momento oportuno. He aquí la madre del cordero. Ah: ¿y ya saben aquí y ahora que estamos en derrota pero nunca en doma?

(*) Psiquiatra en Son Espases y coordinador del Centro de atención integral de la depresión