He hecho muchas locuras por amor, pero no sabía que desgravaban. El abogado de la Infanta excusa a su cliente en que ha actuado por "amor a su marido". Es decir, que reconoce los hechos y ya sólo nos queda discernir las causas. Si no amara a su marido no lo hubiera hecho, tal vez debieron consultar a los contribuyentes sobre el precio de esta pasión encomiable. Habrá que agradecer por siempre al catedrático Jesús Silva que haya incardinado el más noble de los sentimientos en el pedregoso ámbito del Derecho Penal. Otros preferirán indagar en las acreditaciones universitarias, nosotros seguimos imbuidos del flower power, y vamos a revisar todos los delitos según el criterio amoroso. Durante el interrogatorio de Cristina de Borbón, que suene algo de John Lennon.

Gracias a la amorosa aportación de Silva, el caso Infanta accede al terreno de las adicciones, tan fructífero en Derecho Penal. Ya metido en vereda emocional, el catedrático sentenció que "amor, matrimonio y desconfianza son absolutamente incompatibles", que pregunten a Belén Esteban. Por lo visto, una formación en delitos y penas autoriza a pronunciarse sobre misterios que ni las religiones verdaderas han resuelto. Se ignora el desenlace para la Infanta de sus cuitas, pero Eduardo Punset ha encontrado a un colaborador clave para sus lucubraciones neuronales.

En su histórico psicoanálisis de la trama corrupta, Silva no especificó si Urdangarin también estaba guiado por su amor a Cristina de Borbón, con lo cual ambos serían inocentes y nos saldría a pagar como de costumbre. En realidad, el amor que predica el penalista Silva huele a sumisión. Allá la pareja con el modus amandi desvelado por su defensa pero, si la Infanta ascendiera a Reina, queda claro que actuaría con el mismo criterio de subsidiariedad amorosa respecto de Urdangarin. Por tanto, cabe retirarla inmediata y discretamente del árbol sucesorio. Su adicción equivale a que nos dijeran que el Príncipe será, por amor, un títere en manos de Letizia. En fin, tal vez no sea el mejor ejemplo.