El ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, quien acaba de enviar a los miembros del cuerpo diplomático español que prestan servicio en el exterior un voluminoso argumentario sobre cómo desactivar las presiones soberanistas de Cataluña, visitó este pasado miércoles la Ciudad Condal para intervenir en un relevante foro mediático al que asistieron las fuerzas vivas de Cataluña. Tanto la conferencia como el debate porterior fueron abiertos y versaron sobre diversos temas pero como es natural el asunto estrella de la reunión fue la eclosión independentista, que se halla en carnazón después de que el Gobierno de la Generalitat fijara la pregunta y la fecha del hipotético referéndum autodeterminista.

Margallo basó su estrategia persuasiva en una oferta de diálogo. Como ha recogido la prensa catalana, el ministro subrayó en repetidas ocasiones que el Gobierno de Mariano Rajoy sigue dispuesto (¿) a mantener un diálogo "abierto y franco" con Mas. Y para dar viabilidad a ese pactismo que consideró una característica intrínseca de la sociedad catalana, mantuvo que es indispensable que se recurra al clima de consenso y lealtad institucional que hizo posible el alumbramiento de la Constitución de 1978, y que se fraguó en una coyuntura económica, política y social "mucho más complicada" que la actual.

Margallo no se calentó la boca con ofertas poco verosímiles o simplemente voluntaristas sino que se atuvo a las posibilidades reales de esta hipotética negociación: "El pacto fiscal sólo es posible en las comunidades forales, pero sí es posible y deseable un acuerdo multilateral" sober financiación, dijo por ejemplo. Asimismo, no dio la menor esperanza a los partidarios del referéndum, y aclaró con toda contundencia que "dentro de la legalidad se puede hablar de todo; fuera de ella, de nada". Y añadió que "pedir lo imposible es altamente peligroso en política, la soberanía pertenece al pueblo español en su conjunto y no a una parte", etc. En definitiva, Margallo, político muy veterano y amigo personal de Rajoy, no cayó en la trampa de la seducción fácil y optó por el realismo amigable, que es efectivamente el territorio en el que se debe resolver el problema. Un problema que, a todas luces, no se solucionará sin una reforma paccionada del marco institucional.

Esta intervención ha resultado lenitiva y tranquilizadora, pero su efecto será efímero e irrelevante si no va seguida de un cambio manifiesto de talante del presidente del Gobierno, quien no sólo no está dispuesto a "dialogar" sino que la última vez que Artur Mas le pidió audiencia, su primera reacción fue negársela porque "no hay nada que discutir". El estilo de gobernar de Rajoy es en apariencia liviano porque no abruma con sus decisiones pero se equivocaría quien pensase que delega en parte su poder, muy concentrado por causa de la mayoría absoluta. De ahí que no habrá diálogo alguno entre el Estado y Cataluña si Rajoy no lo abre expresamente, algo que parece estar muy lejos de su intención. Y es muy dudoso que, como seguramente piensa el presidente del Gobierno y del PP, el problema se desactive espontáneamente, sin que medie esta terapia democrática que el ministro Margallo ha descrito perfectamente en Barcelona.

En defintiva, y por resumir, la solución pasa probablemente por el método dialogante de Margallo, pero no hay el menor síntoma de que el Gobierno del que Margallo forma parte esté dispuesto a desbrozar ese camino.