Desde que los intelectuales se reciclaron en cortadores de jamón, interioristas y DJs, cuesta interpretar los signos depositados a las puertas de un año nuevo. Hasta pensar se ha convertido en un entretenimiento. Nos hemos quedado a solas y a oscuras, un formato degradado de la soledad. A falta de cuentos, abundamos en recuentos, y el mejor compendio que conozco del día de hoy es la existencia de más de treinta cámaras de vigilancia en un radio de 200 metros del piso donde George Orwell escribió 1984. La sorpresa no radica en la acumulación de ojos artificiales, ni en la flagrante paradoja, sino en la aceptación.

Ya que no me lo preguntan, la conclusión de 2013 es que somos un poco menos individuos. No hemos avanzado en comunidad, hemos entregado la identidad gratuitamente a un gregarismo aislacionista. Un juez americano avala la interceptación masiva de llamadas a cargo de la NSA, organización encargada de asustar a quienes son demasiado escépticos para tomarse en serio a la CIA. El paso siguiente consiste en exigir a cada ciudadano que efectúe un número suficiente de llamadas para justificar los mecanismos de espionaje, y que no peque de evidente en sus intercambios para poner a prueba el descifrado. La genialidad de las eléctricas, subiremos la factura si ahorráis en el consumo de la luz.

En un mundo sin sombra donde refugiar los rescoldos del individualismo, se ha cumplido el designio del Brahma de Emerson. "Cuando huyen volando de mí, yo soy sus alas". Por supuesto, la entrega voluntaria de la individualidad se efectúa bajo la ironía de que se está defendiendo esta cualidad. Se abren todas las compuertas para avalar la seguridad. La resignación no permite aventurar una marcha atrás. Sólo hablamos o nos mostramos a través de artefactos que aseguren la grabación porque queremos ser grabados. Para que el individuo cumpla con su etimología de ser indivisible requiere una identidad, que ya sólo sobrevivirá como un gadget unánime de Apple, el iDentity. Creíamos que la igualdad era otra cosa.