Toda la capacidad de influencia y presión que tuvo y despegó en abundancia Jaume Matas en sus tiempos de president del Govern y de ministro de Medio Ambiente, no se ha traducido después y sobre todo ahora, en instrumento válido para la convicción y la justificación razonada. Este es su drama personal y familiar, la causa de sus soledades y el efecto actual de sus excesos pasados.

A fuerza de acumular hechos que se dan por probados y con un panorama judicial por delante nada alentador, a Jaume Matas no le creen ya los tribunales, tampoco el jurado popular, mucho menos la fiscalía y la vista de los ´saludos´ airados que se le infieren en sus veloces entradas y salidas de la Audiencia y de otras repercusiones, parece evidente que el expresident que un día derrochó simpatía y cordialidad, ha agotado por completo el caudal de sintonía con la gente del archipiélago que lideró no hace tanto tiempo.

Todo ello es resaca indigesta de tanto exceso cometido. El Jaume Matas de caros brotes faraónicos -el Palma Arena, el Palacio de Congresos, la Ópera- y ya caído de los marcos del Consolat de Mar, queda etiquetado en los anales de este archipiélago, no por la solvencia de sus realizaciones, sino por lo impropio de sus excesos. En todos los sentidos.

Un jurado popular emitió la semana pasada un veredicto unánime según el cual Matas es culpable de haber presionado al hotelero Miguel Ramis para que contratara en falso a su mujer. El jurado llegó a una conclusión tan clara que, aparte de la unanimidad de criterio, se declaró partidario de que penado cumpliera íntegra la condena que se le impusiera, sin posibilidad de rebaja ni indulto. Eso, en términos jurídicos, al amparo del Código Penal, se llama cohecho pasivo impropio. Es lo que ha descrito el juez, Juan Jiménez Vidal, a la hora de redactar la sentencia conocida ayer. El delito por el cual se condena a Matas a pagar una multa de 9.000 euros y devolver otros 42.000 consiste en aceptar o provocar la recepción de regalo o dávida en consideración del cargo que se ocupa, aunque sea sin hacer nada ilegal o delictivo a cambio.

De la exposición de hechos y fundamentos realizados por el juez en la sentencia se deduce que éste no alberga duda alguna sobre la condición irreal del contrato facilitado en 2006 a Maite Areal, la esposa de Matas, no sólo como relaciones públicas del hotel Valparaíso de Palma, sino en la asesoría Martorell, si bien éste último no ha sido objeto de la acusación del fiscal. En cambio, el contrato que ha motivado la condena, era una exigencia del expresident a partir de su capacidad de presión como primera autoridad de Balears.

Las pruebas documentales y las comparecencias testificales vistas en el juicio han servido para aclarar las cosas de forma meridiana y en dejar como inverosímiles las explicaciones dadas por el acusado y su defensa. "Nadie regala un año de trabajo", escribe, entre otras muchas cosas nada laudatorias, el juez en la sentencia. Nadie lo regala, de no ser que se le presione para que lo haga. Por eso, la resolución se niega también a admitir una rebaja de la multa en base a un hipotético deterioro del poder adquisitivo de Matas.