Empíricamente, puede afirmarse que el nacionalismo moderado, racional, es atractivo para las sociedades puesto que actúa de aglutinante, como elemento integrador. Pero cuando se exacerba, se convierte en factor de división y queda entonces recluido en el ámbito de la minoría radical que lo alienta. En Cataluña, está bien a la vista que CiU ha pasado del catalanismo político, que ha impregnado pacíficamente todos los designios autonómicos y estatales de la comunidad autónoma durante treinta años, al independentismo extremo, que ya empieza a confinarse de forma manifiesta en la cúpula de la estructura política, cada vez más alejada de la base social. El simposio "España contra Cataluña", concebido por Sobrequés con apoyo de la Generalitat y con el fervor de los conversos (ya se sabe que este ciudadano fue durante dos legislaturas parlamentario del PSC), es la prueba de la citada exacerbación, que alcanza el cenit con la acusación de Homs, consejero de Artur Mas, en sede parlamentaria, al PP y a Ciutadans de querer "liquidar Cataluña con una visión imperialista". La sociedad catalana no se adherirá a esta flagrante sinrazón.