Las compañías aéreas disponen de un talento excelso para sacar a los pasajeros cada uno de los céntimos que éstos se ahorran gracias al invento del low cost. Primero fue dejar de repartir periódicos, zumos y tentempiés; sólo Air Berlin entre las aerolíneas que conozco mantiene la costumbre antigua. Luego vino el cobrar por una serie de complementos que no cabe llamar así porque resultan imprescindibles: sobrecoste de la gasolina, tasas aéreas y, lo mejor de todo, el invento de Air Europa de hacerte pagar por la emisión de un billete que no se emite, el electrónico. A partir de ahí fue necesario tirar de la imaginación poniendo un precio a la segunda maleta, la reserva de asiento, el orden de entrada en el avión cuando la plaza no se asigna y así, Como cada vez quedan menos oportunidades hay que innovar y, en esa línea, aparece la venta de tranquilidad de cuerpo y alma. No sé si Ryanair logró poner un precio al uso del retrete porque jamás me he subido a sus aviones ni tengo intención de hacerlo pero el procedimiento de asfixiar al pasajero con unos asientos en los que no cabe permite subir el coste de la fila de asientos de la salida de emergencia convirtiendo el espacio amplio obligado por razones de seguridad en oportunidad de enegocio. Leo que ha aparecido una vuelta de tuerca más en esa búsqueda de beneficios y tres compañías asiáticas te venden la garantía de que viajas lejos de los niños, cosa que te garantiza en teoría que el pasajero de atrás no se pasará el vuelo dándote patadas en el respaldo.

Los críos muy pequeños y la tranquilidad son valores que no mezclan, igual que el aceite y el agua. Como pocos padres entienden, por añadidura, que los cambios de presión atormentan los oídos de los bebés, y si lo entienden no saben cómo remediarlo, viajar con un niño de pocos meses cerca supone un riesgo. De momento ninguna compañía se ha planteado, que yo sepa, meterlos en jaulas en la bodega del avión como se hace con los perros pero todo se andará. Por ahora se trata de aprovechar la amenaza para poder cobrar por los asientos de sólo adultos pero me pregunto cómo se hará para aislar esa zona de los lamentos del bebé desesperado, temeroso o doliente. La capacidad de un crío para hacer llegar muy lejos sus llantos es uno de los recursos que ha mantenido viva nuestra especie.

La noticia precisa que hasta el 61% de los australianos pagaría por viajar sin niños, cosa que lleva a que tal vez haya en el futuro aviones sin ellos igual que hay hoteles que no los aceptan. No sé por qué razón se les pregunta a los australianos y no a los belgas ni tampoco sé el motivo que lleva a reducir la nómina de las molestias a los niños pequeños. Yo no soy australiano „bueno: tampoco belga„ y lo que más me enerva es la conversación por el móvil a gritos del ejecutivo de al lado. Imagino que terminarán por dejar usar los teléfonos a bordo de los aviones para poder cobrar luego por un asiento sin maleducados cerca. Me apunto.