Seguramente hasta los dioses son bastante ridículos en la intimidad, y cuanto más íntimo sea el recinto más ridículos. El diosecillo Wert confiesa que tras ducharse arroja la toalla hecha una pelota, pero habría que verle en ese momento, en bolas y concentrando en la bola textil su ira de incomprendido.

Ya no digamos de otras zonas más reservadas todavía del cuarto de baño, como aquellas en las que los grandes bancos manipulaban el euribor. Atención, estamos en el centro del centro del mercado, en el retrete (lugar retirado) en el que se ejecutan las operativas más íntimas, de las que saldrán los tipos de interés de referencia, como una deposición que se transmuta en oro, pura alquimia.

Allí unos oscuros empleados, un becario incluido, hacían su tarea, cuyo fruto recogerían luego los magnates de la gran banca europea. Las grabaciones recogen esas secretas ventosidades del dios mercado.