Las expectativas se anudan al deseo; la objetividad, en cambio, requiere datos. Del análisis de los resultados de PISA 2012 se desprenden dos grandes titulares: el éxito arrollador de Asia y el fracaso relativo „aunque sintomático„ del modelo finlandés. Una lectura atenta daría más titulares, ninguno irrelevante. Por ejemplo que dos naciones periféricas de la nueva Europa „Irlanda y Polonia„ desafían el tambaleante liderazgo de Finlandia, mientras que las reformas educativas emprendidas por Canadá „frente al habitual inmovilismo de otros„ están dando frutos. O que la fractura de clases en Estados Unidos no merma la potencia de sus elites cognitivas, con Massachussets ocupando la sexta posición en el ranking de la OCDE. En la geografía del conocimiento, el largo recorrido de la mediocridad educativa abona las retóricas políticamente maniqueas y predispone a la irrelevancia productiva e intelectual. Sencillamente, al no apostar por la excelencia, las tradiciones que se sedimentan „falta de rigor, de esfuerzo, de inteligencia e innovación„ definirán el rostro cambiante del siglo XXI. Singapur no ha dudado en aplicar la inmersión lingüística en inglés con un éxito aplastante. Las bondades de su currículum en Matemáticas „recientemente puesto al día„ se han extendido con rapidez a lugares tan distantes como Chile, California o Israel. En Corea del Sur, la probabilidad de que un niño llegue a la universidad supera el 75%. Los estudiantes chinos copan los programas de doctorado y los másteres más prestigiosos de los Estados Unidos. Aquí, no obstante, tenemos universidades que ofrecen postgrados en ámbitos tan relevantes de la pseudociencia holística como la pedagogía sistémica o las constelaciones familiares. No debería extrañarnos, pues, que el vademécum educativo en España resulte irrelevante y costoso.

En 1937, el pedagogo republicano José Castillejo (1877-1945) observó que la reforma de la enseñanza de nuestro país "requeriría un curso tranquilo y estable de medio siglo con una meta definida a la vista, con gran elasticidad en la manera de alcanzarla. Un directorio apolítico sería el órgano adecuado, aunque es casi inconcebible en el futuro próximo". El franquismo estaba entonces a la vuelta de la esquina, pero muchas de las consideraciones del intelectual manchego mantienen su vigencia. Así, la necesidad de pactos a largo plazo „medio siglo, apunta él„ frente a la habitual confrontación partidista; dejarse de apriorismos ideológicos y prestigiar socialmente la educación como un factor clave de cohesión y de futuro. La experiencia demuestra que, con apuestas claras y decididas, en el marco de un consenso general, las reformas fructifican con rapidez. En este sentido, los sucesivos informes PISA trazan un mapa de ruta de los cambios indispensables: dotar de mayor autonomía a los centros, mejorar de forma significativa la calidad del profesorado, incidir más en el trabajo cooperativo y en el uso intensivo de las nuevas tecnologías. Asimismo es urgente actualizar el currículum de las disciplinas, subrayando la importancia del análisis en el uso de la información. La excelencia académica conjuga la solidez de los cimientos escolares con el tejido social de las familias, sin olvidar que las circunstancias socioeconómicas ahondan la brecha cultural de clase. La atención precoz a los problemas de aprendizaje actúa como un bálsamo eficaz, si se quiere preservar el necesario sentido de la equidad. En un mundo que tiende a la divergencia, la propuesta educativa debe responder a esta aparente contradicción: casar la igualdad de oportunidades con las exigencias de la meritocracia global. No es algo que se pueda solucionar con ocurrencias ni con leyes destempladas, sino sólo con inteligencia social y con la asunción de una cultura del esfuerzo.