Zapatero negó a la oposición y a la opinión pública, una y otra vez, la carta que el Banco Central Europeo le envió en agosto de 2011 instándole a tomar medidas urgentes para devolver la credibilidad de España a los mercados internacionales. El entonces presidente del Gobierno alegó que la misiva de Trichet era "estrictamente confidencial". Tan solo 20 días después de que Zapatero hubiera recibido esa carta, el PSOE y el PP pactaron modificar la Constitución para fijar un techo al déficit público. ¿Ha sido una imposición? le increpó la oposición. Rajoy fue más allá e insinuó en las Cortes que la modificación constitucional venía impuesta desde Bruselas tras haber recibido un texto de Trichet. Le pidió que informara al Parlamento. Nada. La respuesta fue precisa: la reforma no venía impuesta por Bruselas.

Ahora el expresidente acaba de públicar, la famosa carta, en su libro El dilema: 600 días de vértigo. Existía, la ocultó a las Cortes entonces y la comercializa hoy. Trichet pedía al Gobierno español en el documento medidas para la mejora del mercado de trabajo, como la modificación del decreto-ley que regula la negociación colectiva o la moderación de los salarios en el sector privado, y otras para garantizar la estabilidad de las finanzas públicas, así como reformas en el mercado de productos relativas a la energía, los alquileres de vivienda y promover la competitividad del sector servicios. Casi nada. Una receta que también recibió el primer ministro italiano, Silvio Berlusconi, otro país enflaquecido por el mapa europeo de la crisis.

A nadie se le oculta que el Banco Central Europeo (BCE) ha hecho y desecho lo que ha querido en España e Italia sin importarle el crujido que despertaba sobre los niveles soberanos. La hegemonía de la economía sobre la política, en esta profunda crisis, ha puesto los focos sobre las pérdidas ciudadanas y la supremacía de los mercados en los niveles de responsabilidad políticos. Las misivas de Trichet a España e Italia no eran sino la constatación de la cadena de poder, que tenía a los mercados, a Alemania y al BCE como un triunvirato sentado en la cúspide y ordenando las políticas.

Sobre ese paisaje se desenvolvió Zapatero sin rubor. Cuando estos últimos días, se le ha preguntado al expresidente sobre por qué no había dado a conocer a los ciudadanos la misiva, de enorme importancia para España, ZP se ha refugiado en las cloacas del Estado: "Era un riesgo para la estabilidad". La famosa Razón de Estado „que se ha utilizado para las justificar las mayores iniquidades y tropelías„ servida en su justo punto por un líder socialdemócrata. Enterremos, pues, la deliberación colectiva, o saquémosla a pasear sólo cuando nos interese. Cuando les interese a los gobernantes.