Paseo junto a un veterano profesor de inglés y licenciado en Filología Inglesa. Me confiesa humildemente que sería incapaz de impartir una asignatura de ESO, incluida la suya, en el idioma de Jack el Destripador. La conversación se desvía hacia el estribillo más repetido del TIL, la dificultad de desarrollar un curso de matemáticas en inglés. En realidad, las ciencias exactas son las más fáciles de enseñar en cualquier idioma, como su propio nombre indica. La limitación de su discurso y de su vocabulario allana la comprensión. El descifrado del código lingüístico es secundario a la hora de leer un texto de álgebra en alemán. La concentración en este falso tópico demuestra la ausencia de análisis en profundidad, en torno a una ley cuyo único objetivo es erradicar el catalán para calmar las obsesiones de un farmacéutico.

La aleación de inglés y matemáticas ha funcionado porque enarbola los dos fantasmas más requeridos de la postmodernidad. La mayoría de españoles se ha pasado la vida intentando conquistar el peso y el idioma de Paris Hilton, con idéntico resultado en ambos casos. En cuanto al analfabetismo numérico, se halla tan extendido que sus practicantes alcanzan notoriedad social sin más que presumir de su ignorancia matemática.

Dado que "equation" y el número 4 presentan una grafía similar en un sinnúmero de idiomas, enseñar matemáticas en inglés no equivale a llevar un ser humano a Marte. Ahora bien, pídale a un profesor que diserte durante una hora sobre la célula, o que detalle los fascismos del siglo XX, en el idioma de George Bush. Ya hemos convenido en que hay licenciados en filología inglesa que no se atreverían a hacerlo. Y desde luego, está fuera del alcance de los miembros del Govern que pretende militarizar la educación, una vez enchufados todos los cónyuges y hermanos interinos de sus altos cargos. El TIL obedece a la máxima de que la manera más rápida de dominar el inglés consiste en degradarlo. Por no hablar de las matemáticas.