Como es conocido, Convergència Democrática de Catalunya, el partido de Artur Mas fundado por Jordi Pujol, ha propuesto la creación de una "plataforma de país", una lista única de partidarios del "derecho a decidir" para las próximas elecciones europeas del 25 de mayo para que dichos comicios supongan un "ensayo general" de la consulta. Los partidos aliados de este modo deberían prestar todo su apoyo a la plataforma y renunciarían a sus propias siglas. La oferta se extiende a todos los partidos que defienden dicha posición pero CDC no oculta que su invitación se dirige especialmente a Esquerra Republicana de Catalunya.

La propuesta de CDC no es inocente: la candidatura de unidad CDC-ERC es la única vía de evitar que la que todavía es la principal fuerza política de Cataluña pierda la primacía, desplazada por ERC, que domina en todas las encuestas. Evidentemente, la posición de Artur Mas, después del ridículo en que incurrió en las pasadas elecciones autonómicas, se volvería insostenible si su formación política perdiera ostensiblemente el liderazgo político del sector nacionalista.

Mas, que negoció esta oferta en el seno del secretariado permanente de su partido, ha alegado para justificarla, con evidente debilidad argumental, que conviene centrar el debate europeo en la cuestión catalana porque los partidos no nacionalistas "intentarán relegarlo en beneficio de una suerte de plebiscito figurado sobre Angela Merkel" (La Vanguardia).

La propuesta ha tenido escaso éxito. Por una parte, Unió se niega en redondo a ir de la mano con ERC, una organización que todavía conserva señas de identidad antisistema y cuyos postulados económicos levantan sarpullidos a la clientela de Duran i Lleida. UDC propone, en cambio, mantener la alianza tradicional con el PNV. ERC, por su parte, ha visto el cielo abierto con esta negativa y se niega a pactar sólo con CDC sin Unió: no quiere pasar a la historia como la causa de la ruptura interna de CiU. Además, ERC tampoco quiere aliarse con el PNV ya que sus socios vascos „¿lo había olvidado Artur Mas?„ son los representantes de la izquierda abertzale€ Y la formación de Junqueras propone un acuerdo multilateral con PNV, EH-Bildu, nacionalistas gallegos, valencianos y baleares€ conglomerado en el que jamás estarían Unión Democràtica ni el PNV€, partido éste que también corre un riesgo parecido a CiU: el de que los radicales consigan finalmente el sorpasso€

Lo más grave de este espectáculo es que el ingrediente nacionalista está cerca de arrasar el contenido ideológico de las organizaciones políticas, como si la fiebre soberanista fuera un impulso irracional capaz de borrar todas las demás convicciones. En Euskadi, PNV y la izquierda radical no se han mezclado jamás, ni mientras había violencia ni ahora que ha cesado, por la sencilla razón de que entre unos y otros siempre ha habido fuertes diferencias, y no sólo de matiz, sobre el modelo de sociedad. Y en Cataluña, ahora resulta que la clase media centrista que votaba a Jordi Pujol ha de confraternizar con Esquerra Republicana, que mantiene una organización asamblearia y exhibe el discurso clásico del estatalismo de izquierdas a la usanza más clásica.

Es, de cualquier modo, evidente que, a este paso, el nacionalismo llamado moderado perderá el control de la situación, si no lo ha perdido ya, para dejarlo en manos del nacionalismo más radical. Los catalanes no se merecen esta absurda e infecunda tergiversación.