Ay de la cultura, así en general. No está en buenas manos, pero sí en manos ligeras. Claveleras, trileros, carteristas de la EMT, aprended. Al descuido nos han metido la mano en el bolsillo a los ciudadanos de Palma y nos han hurtado un especialísimo dibujo que Joan Miró nos regaló. Se lo han llevado de la fundación que lleva su nombre y el de su esposa mallorquina, Pilar Juncosa, o lo han perdido, lo mismo da. Medio millón de euros, que no son lo de menos, aunque lo de más es la actuación penosa de quienes gestionan un legado que el genio catalán donó generosamente a la urbe, y lo hacen con esa mezcla de menfotismo, inoperancia y cobardía que parece haber impregnado cada rincón de las administraciones. La directora de la Fundació, Elvira Cámara, tardó un año y siete meses en comunicar la desaparición de la pieza. Cuando al final la confesó al concejal de Cultura, Fernando Gilet, éste tardó diez días en acudir a la Policía. Nulos en la acción, y peores en la reacción. ¿Hubieran esperado tanto si les roban su coche o la cartera? No. ¿Es esa la diligencia que cabe esperar de un servidor público ante un posible delito tan grave? No. Solo por esta dilación, que pone entre difícil e imposible la investigación y rescate del patrimonio palmesano extraviado, ninguno de los dos debería permanecer ni un minuto más en su cargo.

Pero ahí siguen ambos, y todavía no hemos oído la opinión del alcalde Mateu Isern sobre unos hechos tan deplorables, que ofrecen una imagen sonrojante de esta capital. Cámara, muy compungida, presentó su dimisión, pero sigue siendo la directora en funciones de la institución artística porque los estatutos no contemplan la convocatoria de una reunión urgente de los patronos que deben darle la carta de despido. Esta asamblea será el lunes, no se vayan a estresar. Aludió la directora al "exceso de celo" y a la "buena voluntad" en su actuación (más bien falta de ella) en el caso, lo que significa que aún se ríe un poco más de nosotros antes de cobrar el finiquito. Quiero recordar que, como tantos otros que llegan de la metrópolis a las colonias, dijo al aterrizar que quería levantar una Miró "de capa caída". Nos has puesto en el mundo, chata, pero al estilo Urdangarin, en las páginas de sucesos. Vuélvete al Prado o al Reina Sofía, con tu currículum "magnífico y brillante" que glosó el edil en su momento. Si te quieren, claro, que los museos serios suelen publicitar hallazgos entre sus fondos, no pérdidas. Y llévate contigo a la conservadora en jefe, María Luisa Lax, que tampoco dijo esta boca es mía sobre un extravío que es su responsabilidad directa y aún no ha sido destituida.

A quienes nos dolió un poco conocer que el cerebro del caso Malaya, Juan Antonio Roca, tenía un miró auténtico colgado en su cuarto de baño marbellí nos da por imaginar que la maqueta de la serie Gaudí pintada por las dos caras birlada a la ciudad de Palma sufra idéntico destino. Qué personajes, señor Miró. Penosos, nada que ver con los mágicos seres que usted bautizaba con ese apelativo. Ganas dan de pedir que se cierre la Fundació hasta que llegue una generación de gente competente y preparada para cuidarla como merece, dentro de diez, veinte o treinta años. Pero no, así saldrían ganando quienes se están empleando a fondo en arrasar la cultura, las artes y el pensamiento de todos los modos imaginables. Al fin y al cabo, Joan Miró también fue un maestro en la resistencia.