El universo de las mascotas se alimenta de las necesidades humanas de vehiculizar la afectividad y el deseo de protección. Es un fenómeno distinto a la relación utilitaria que puede establecerse con animales. Como sucede con todas las relaciones en que los seres humanos revisten de interés a otro ser vivo, humano o animal, estamos frente a un campo complejo y con grandes diferencias. No es infrecuente que en una pareja se envidien los mimos que se le prodigan al perrito faldero. Hay muchas investigaciones sobre los beneficios de un animal de compañía a niños, ancianos y hasta en el tratamiento de psicopatologías graves como el autismo.

El amor entre los seres humanos produce encuentros que son fuente de bienestar, satisfacción y proyectos constructivos, pero también la posesividad esclavizante y criminal. En Estados Unidos acaba de ser condenado a cadena perpetua el "monstruo de Cleveland" por el sonado caso de tres mujeres que mantuvo años secuestradas sometidas a violaciones y maltratos. Esta increíble capacidad de los impulsos humanos de sublimarse, degradarse y variar de infinitas formas está presente en la creación artística, en el polimorfismo de las fantasías sexuales y en todas las cosas que nos hacen únicos.

En el caso de las mascotas se plantea un difícil problema legal. En marzo de este año, cinco perros de razas peligrosas mataron en Inglaterra a la adolescente Jade Anderson. En dicho país 5.000 técnicos en telecomunicaciones y carteros son mordidos cada año por perros. En Canadá este mes de agosto dos niños fueron estrangulados mientras dormían por una víbora pitón africana. Su propietario tiene una tienda de mascotas exóticas. En España, estadísticas cuya fuente no pude comprobar dan cinco muertes por ataques de perros solo en 2010.

La legislación de distintos países trata de resolver este flagelo. En el Reino Unido, antes de septiembre se aprobará un severo endurecimiento de penas a responsables de ataques de perros, penas que pueden llegar a cadena perpetua. Existe una importante polémica sobre la culpabilidad de estos accidentes. Básicamente entre quienes responsabilizan a los dueños y a la educación que dan a sus mascotas, y quienes creen que deben prohibirse las razas peligrosas.

Desde el punto de vista de la etología (biología del comportamiento) no hay dudas de que así como se seleccionan otros caracteres, los patrones de comportamiento como la agresividad también varían entre razas. Tampoco hay dudas de que la educación puede potenciar o minimizar dichos comportamientos. En los animales, al igual que en el ser humano, biología, educación y condicionamiento interactúan. Psicólogos, psiquiatras y neurocientíficos llevan años polemizando sobre estos determinismos cayendo, a veces, unos u otros en el error de lo que se denomina en ciencia reduccionismo. O sea, que toda la causa sea educativa o por el contrario que venga en los genes.

Más allá de la polémica sobre la malignidad o benevolencia genética de ciertas razas, lo que es incuestionable es que cada raza tiene una "imagen de marca" en el imaginario social. Así como la elección de un coche revela la fantasía y deseos del comprador, la elección de una raza agresiva es un indicador seguro de la responsabilidad del dueño, ocurran o no tragedias. Es frecuente que los defensores de esas razas utilicen el mismo argumento que los padres de los criminales. Que lo han asustado, que se confundió con un ladrón, que malinterpretó un gesto, etc.

La fuerza y el condicionamiento del psiquismo humano, es la causa real de todo el problema. Primero en la actitud de los criadores seleccionando a través de generaciones a los individuos más agresivos e irritables y luego en las fantasías, a veces inconscientes y otras no tanto, de los que compran una raza con fama de asesina. Seguramente un estudio psicológico de criadores y dueños de mascotas peligrosas revelaría una disfunción en la gestión de la agresividad y un fracaso en la sublimación de esos impulsos. No es lo mismo sublimar la agresividad en la competencia deportiva que criar un animal por sus cualidades destructivas. Seguramente el renovado esfuerzo jurídico británico que impulsa actualmente la aprobación de sanciones ejemplares responsabilizando a los dueños de las mascotas está motivado por este análisis.

*Psicólogo clínico