El problema de la sanidad española puede resumirse en un par de frases: hasta ahora las prioridades y las estrategias iban encaminadas a lograr esa asistencia gratuita y universal que alcanzó unas cotas de profesionalidad, eficacia y rendimiento admiradas en todo el mundo. Pues bien, el programa ha sido sustituido en algunas comunidades autónomas como Cataluña, Valencia y Madrid por el objetivo de conseguir, a través del modelo de la gestión privada, un negocio. Como eso no es posible porque la sanidad en manos privadas cuesta más que la pública, se recurre a artimañas semánticas y a procedimientos de sobreexplotación del personal sanitario. Las primeras consisten en sostener que nada cambia, que la asistencia seguirá siendo gratuita y universal, pero ha hecho falta el paso de muy poco tiempo para desmontar esa falacia. Se ha expulsado del sistema público a los emigrantes sin papeles, con las consecuencias ya sabidas „¿hace falta recordar la muerte de Alpha Pam?„, y se amaga con el copago al tiempo que cada vez son más abundantes los casos en los que se deriva hacia la sanidad privada al paciente que puede pagar por su tratamiento.

El resultado es la quiebra del modelo. La sanidad pública se está degradando a una velocidad que cualquier especialista podía haber previsto. ¿Por qué? El grupo portorriqueño HIMA San Pablo, que ha presentado ofertas por tres hospitales madrileños, lo ha dejado bien claro: busca el negocio sanitario. Algo del todo legítimo si se sostiene el principio de que la sanidad es un negocio. Pero para que lo sea resulta preciso poner de patas arriba los objetivos y los medios porque los milagros no existen en el terreno económico: de algún lado hay que sacar los beneficios. De momento las vías que generan negocio son las de aprovechar la privatización de acuerdo con el "modelo Alzira" bajando de manera feroz los costes de la asistencia por la vía de despedir a los profesionales y aumentar el trabajo de los que conservan el empleo. Ya se sabe hacia dónde conduce ese camino: hacia la quiebra y el rescate de las concesiones con dinero público „otra forma de negocio suculento y nada arriesgado„, lo que es lo mismo que decir que la sanidad privatizada nos arruinará aún más.

Pero los hay que tienen prisa y echan mano de otra artimaña. Publicaba ayer el diario El País que el director del Servicio Catalán de Salut, Josep Maria Padrosa, es el apoderado de seis empresas que han facturado más de 14 millones de euros al CatSalut el año pasado. Es de esperar que eso suponga un delito pero, en cualquier caso, es ya un ejemplo de lo que cabe esperar cuando quienes mandan se afanan por convertir la sanidad pública en un negocio. El gabinete del presidente Mas ha llevado a la ruina a los hospitales y ha convertido en un calvario la vida que les quede por delante a los pacientes. De paso hay quien, instalado en las alturas, se forra. No cabe imaginar una síntesis mejor.