El planteamiento no consiste en que los ricos ayuden a los pobres, porque ni unos ni otros merecen su condición. Se trata únicamente de contener los niveles de desigualdad para no incurrir en desequilibrio. A escala autonómica, la disparidad se corrigió estableciendo mecanismos para que las regiones entonces ricas -y Balears muy principalmente- aportaran una cantidad superior que corrigiera las diferencias. La cifra proporcionada en las últimas décadas es justa pero estratosférica, y adquirió proporciones de escarnio cuando los mallorquines pagaron el jamón ajeno a cambio de consumir mortadela. Mallorca ya es pobre, y ahora sí por méritos propios.

En demostración de la farsa de las medidas económicas de Rajoy, el PP que gobierna Extremadura anuncia hoy una bajada de impuestos, en contra de la tónica de su partido en Madrid y de las comunidades que históricamente han contribuido hacia una de las regiones más desfavorecidas. Recibimos alborozados la noticia, porque no dudamos de que el gobierno extremeño gestiona mejor que Bauzá, obligado a destituir a su vicepresidente económico. Ahora bien, es lícito preguntarse por el sobreprecio que el PP nos obligará a pagar, con objeto de que Monago pueda hacer una política de derechas apoyada por Izquierda Unida. Por ejemplo, a cuántos trabajadores públicos mallorquines habrá que despedir para salvar ese pacto.

Hay mallorquines que se han aprovechado de la bonanza económica de la isla. Entre ellos figuran los jerarcas del PP, según demuestran los casos de corrupción. Sin embargo, haber nacido en Mallorca no ha reportado beneficio alguno para cientos de miles de nativos, obligados a competir en desventaja de precios, salarios, pensiones y servicios. Al mismo tiempo, observaban atónitos cómo los candidatos a gobernar regiones teóricamente desamparadas prometían un ordenador por alumno, y hospitales con todas las habitaciones individuales. En resumen, Balears es un lugar ideal para vivir si eres rico. Si insistes en ser clase media, prepara la mudanza.