Todo barrio tiene sus terminales nerviosas. Por ellas sabemos dónde le duele, incluso por qué. En el mío, por ejemplo, hay dos colegios públicos excelentes tanto desde el punto de vista de las instalaciones como desde el de la transmisión de los conocimientos. Lo sé por los comentarios de mis vecinos, casi unánimes a la hora de resaltar las virtudes señaladas. Estos colegios no habían tenido hasta hace poco problemas de plazas. Podías elegir entre uno y otro sabiendo que te tocaría el solicitado en primer lugar. En el peor de los casos, el segundo.

Ahora, sin embargo, el asunto está difícil. La demanda es muy superior a la oferta de plazas y parece que el criterio de proximidad carece del valor de antaño. Las dificultades tienen que ver también con el hecho de que muchos niños que acudían a la enseñanza privada han recalado, por la crisis, en la pública. Los colegios públicos, decíamos, como terminación nerviosa. Me acerco ahora al mercado y visito un puesto de carne en el que siempre había cola porque vendían muy buen género.

-¿Cómo va la cosa? „pregunto.

-Mal, ya lo ves. Ahora hay más gente en la casquería.

La carnicería y la casquería, otras dos terminaciones nerviosas que envían al cerebro señales de que algo no va como debería. Pero en mi barrio hay también una iglesia evangélica en cuya puerta, las tardes de los jueves, se percibe una actividad desusada. Creo que es el día en el que entregan alimentos para la gente más necesitada. Esta iglesia, que empezó de la nada hace cinco o seis años, es ahora mismo un punto de encuentro que la convierte en una de las terminaciones nerviosas más sensibles del barrio. Curiosamente, el edificio en el que se encontraba la Iglesia católica de toda la vida (vivo aquí desde hace muchos años) se ha transformado en una gigantesca tienda de chinos. Para mí es un caso insólito, casi diría que único. No lo había visto nunca. La tienda de chinos, en fin, otra terminación nerviosa.

Hay más, pero no muchas más. A través de ellas puedes tomar la temperatura a un grupo de vecinos. La temperatura, aquí, es alta. Entre unos y otros, procuramos aliviar la fiebre, que es el síntoma, pero no tenemos ni idea de qué hacer con la enfermedad.