­Ego. Del latín "yo". Y como también expone la teoría del psicoanálisis de Freud, se trata de una instancia psíquica que se reconoce como el yo. Para otros, ego simplemente es un exceso de autoestima. Antaño, ser presuntuoso, o incluso vanidoso, era casi catalogado como un pecado capital más. Hoy en día, sin embargo, ha pasado a ser un atributo más de las personalidad, en algunas ocasiones. Y ello sin tener en cuenta el perjuicio social que puede acarrear. La humildad, que no el conformismo, ha quedado olvidada en un antiguo ropero. Les pongo nombres y caras a esta disertación excesivamente teórica.

Desde los tiempos como presidente de José María Aznar, el estado español se ha acostumbrado a lidiar más habitualmente con políticos y personajes con un exceso de ego „que, siempre los ha habido„. El exlíder del PP intentó hacer creer a los ciudadanos que estaban a la altura de la Gran Bretaña o de los Estados Unidos „maldita aquella foto de las Azores con consecuencias dramáticas, donde Bush y Blair, además de Durao Barroso, también acompañaban a Aznar„. Ruedas de prensa con la soberbia como leitmotiv. Sesiones parlamentarias donde la bronca y las faltas parecían el proyecto de ley a aprobar. Declaraciones que parecían una clase de doctorado en la Universidad, tanto por el tono como por la forma con que el expresidente se dirigía a los periodistas „alumnos, en este caso„. Y, por encima de todo, una falta de tacto y de humildad acuciante.

En definitiva, la misma prepotencia que se ha podido ver en su última aparición pública en la entrevista en Antena 3. Dejando de lado la idoneidad de la misma „parecía más un lavado de imagen para defenderse de las informaciones de la trama Gürtel, que supuestamente pagó más de la mitad de la boda de su hija Ana con el empresario Alejandro Agag; extremo que negó acusando al grupo PRISA„, la entrevista se ha convertido en un arma de doble filo para el PP. Aznar demostró que no entiende de ninguna política de partido, más allá de la que le beneficia a él mismo. Demostró tener poca memoria histórica. No dudó en criticar al actual presidente del Gobierno y a la gestión que éste está haciendo de la crisis económica. Un Mariano Rajoy al que, conviene recordar, escogió él mismo como máximo candidato de los populares. Sin embargo, admitirá algún día su error Aznar? Hablo de error porque, él, con sus críticas, puso en entredicho la figura del que fue su delfín, del que llegó a ser su mano derecha y portavoz al frente del Ejecutivo español y del Partido Popular.

Aznar no entiende de humildad. Esto se nota en el tono, en los gestos, en las formas. Pero, si cambiamos el sujeto de la primera frase de este párrafo por el de José Mourinho, lo que sigue también tiene la misma validez. El portugués, como le sucedió a Aznar después de los malogrados atentados del 11M, se ha ido por la puerta de atrás. La menos agradecida, la menos pública. Sin fiesta de despedida. Sino más bien con un alivio general. Él, que esperaba dejar la casa blanca con la ansiada décima, ha tenido que conformarse „si es que está palabra existe en su ideario personal„ con el peor palmarés de un entrenador del Real Madrid en tres temporadas: tres títulos (y, dos de ellos, de aquellos a los que antiguamente casi ni se contabilizaban para las vitrinas de trofeos, la Supercopa de España y la Copa del Rey).

Durante estos tres años, interminables y asfixiantes, los aficionados al futbol hemos lidiado con todo tipo de triquiñuelas, desafíos, provocaciones y dislates. El de Setúbal ha demostrado tener un elenco de lo más variado para ofender y demostrar la alta admiración que siente por si mismo. The Special One, como le llaman algunos desde los tiempos en que entrenó en el Chelsea, ha demostrado ser único. El único que ha sido capaz de meter un dedo en el ojo de un compañero de profesión „y, aún así, ha sido defendido por parte de su club con una pancarta que pasará a la historia como una de las mayores provocaciones en la historia de la liga española: "Mou, tu dedo nos enseña el camino; fomentada desde el propio club que dirige, aún, Florentino Pérez„. El único capaz de defender a un jugador a capa y espada, Pepe, y después castigarlo con el ostracismo por defender a un compañero como Casillas. Ha sido también el único que ha logrado sacar de sus casillas a Pep Guardiola (y al portero). Mourinho, único en su bravuconería. Toda ella permitida desde el propio club merengue. Se las ha tenido con prácticamente todo el mundo sintiéndose de lo más cómodo en el combate cuerpo a cuerpo. Y, lejos de admitir su parte de culpa, siempre ha creído estar en un pedestal. Intocable. Como su ego.

A mi modo de ver, las teorías acerca del liderazgo y la gestión de equipos, que tanto pueden ser válidas para explicar el dirimir de un país como de un equipo de futbol (salvando las distancias antagónicas) se han demostrado incapaces para justificar el papel de estos dos personajes clave. Sabedores de ser los actores protagonistas, se han colocado encima del escenario para ofrecer su número. En muchas ocasiones, obviando el buen hacer y la educación ejemplar que debería presidir su posición: en un caso la de un expresidente del Ejecutivo español y, en el otro, la del aún entrenador del equipo con más copas de Europa de la historia. Ambos han "cumplido con su responsabilidad y conciencia", como dijo Aznar de él mismo en Antena 3. Una sentencia que podría haber utilizado repetidamente el mismo técnico portugués en algún momento de tirantez (infinitos los hay) durante sus conferencias de prensa.

Mou y Aznar, cuando las circunstancias lo han requerido, no han sabido dar la talla ni reconocer sus propios errores. Su ego les ha hecho un traje a medida. El pensador griego Sócrates no lo podría haber dibujado mejor: "el orgullo engendra al tirano. El orgullo, cuando inútilmente ha llegado a acumular imprudencias y excesos, remontándose sobre el más alto pináculo, se precipita en un abismo de males, del que no hay posibilidad de salir". Fíjense que no les he hablado de la valúa de los dos actores en cuestión, fuera de toda duda. Sino, más bien, de la puesta en escena. De las formas, del acting que dicen los actores. Con tanta interpretación desmesurada, tanto Mourinho como Aznar se han transformado en una hipérbole de ellos mismos. Y su talento, perdido en medio de una maraña de egoísmo. Señoras y señores, tomen asiento, el show continúa. Luces, cámara y acción.