El Govern tiene un problema mucho más grave de lo que pueda aparentar con la innecesaria y ya irreversible muerte de Alpha Pam. Por eso hace lo imposible para aislarlo como "error sanitario", cuando no es más, y no es poco, que el síntoma más grave de una patología superior y más extensa: la del deterioro asistencial en los hospitales de Balears anexa a la pérdida de garantías humanas elementales. Todavía más: el Ejecutivo autonómico no hubiera movido un dedo si el óbito por una "tuberculosis que hasta en Senegal se cura gratis", en escalofriante reproche de Kalidou Armadou, el amigo del difunto, en declaraciones a este periódico, no hubiera trascendido a la opinión pública.

No hay convicción ni propósito de enmienda en la reacción del Govern. De lo contrario, la actuación hubiera sido muy diferente. Sólo movimientos descontrolados para evitar el cese de su tercer conseller de Salud, una circunstancia que, tal como están las cosas, no se puede dar por salvada. Ante un mal mayúsculo de la sanidad balear se aplica un torniquete de urgencia, sin más, en el hospital de Inca. Las carencias permanecen por tanto larvadas en el sistema con el agravante de que la solución -es un decir- administrada implica el malestar creciente de la clase médica y del resto del personal sanitario. Basta mirar la primera reacción del Colegio de Médicos y de las organizaciones profesionales del ramo.

Martí Sansaloni ha decidido cesar a Fernando Navarro, el director gerente del hospital de Inca y ha abierto expediente disciplinario al coordinador de admisión del centro, a un enfermero y a un médico del servicio de urgencias. La "inflexibilidad" anunciada por el propio conseller alcanza hasta este punto y se monopoliza sobre "quienes no aplicaron la normativa de atención a inmigrantes" obviando intencionadamente que, aparte de la presunta responsabilidad personal de los aludidos, si actuaron de una determinada forma de discriminación en la atención, fue bajo la constante presión política y los criterios aleatorios que se inyectan a diario sobre el personal sanitario de los centros públicos de Balears. Los impresos y las directrices estaban sobre el mostrador. A falta de asumir la responsabilidad política, la crisis se cierra en vano. Es un nuevo foco de indignación.

El PP no quiere oír hablar de comisión parlamentaria de investigación. Hasta el Parlament han llegado los ecos de la ministra de Sanidad, una irritada Ana Mato que lo circunscribe todo al ámbito de los errores. Mabel Cabrer anuncia que aquí se han saneado responsabilidades y diagnostica a la oposición la enfermedad de la mentira. La versión de Francina Armengol no es esta. El PSOE persigue la dimisión de Sansaloni con el aval de los colectivos profesionales que aseguran que el conseller estaba enterado de la falta de asistencia a inmigrantes y del caso de Alpha Pam antes de que llegara su fallecimiento. Del anonimato "sin papeles", a la trascendencia post mortem por carencias elementales y afán de ahorro económico antes que atención humana. La administración del problema no establece las garantías suficientes para evitar que cosas semejantes puedan volver a ocurrir.