Abril de 2013. Lunes por la mañana. La reunión tiene lugar en un despacho del Ayuntamiento de Palma. Asisten Rosa Llobera (actual regidora de Medio Ambiente), Pedro Morell (ínclito y eterno director de la perrera municipal, también conocida como Son Reus), y varios activistas contra el maltrato animal (algunos de ellos, abogados). En un ambiente distendido, marcado por el carácter dialogante aunque firme de los animalistas, de pronto cierta noticia no cae bien entre los representantes municipales: una asociación animalista presente en la reunión "se ha atrevido" a llevar al Ayuntamiento ante los tribunales dada la negativa del consistorio a terminar con las "jaulas ocultas" de Son Reus. Unas "jaulas ocultas" de cuya existencia es principal y férreo defensor su director, y que se basa (según respuesta expresa y por escrito del Ayuntamiento; la que ha sido recurrida judicialmente) en que esas jaulas deben servir, por ejemplo, para que animales con "malformaciones" no queden a la vista de los ciudadanos que acuden a Son Reus para adoptar. Ante semejante motivo (más propio de los tiempos del doctor Mengele, que de una Administración que vele por que todos los animales abandonados „incluso los "antiestéticos"„ dispongan de una oportunidad), la asociación ha formulado recurso ante el juzgado.

Como además llueve sobre mojado (porque la campaña animalista ante el Ayuntamiento se ha prolongado durante meses, consiguiéndose algunos avances no del total agrado del director de Son Reus) Pedro Morell suelta repentinamente la siguiente afirmación: "Este año ha habido muchas presiones de grupos animalistas, pero pensad que al final siempre ´pagan el pato´ los mismos: este año ha habido mil perros menos".

Dado que Morell, director de Son Reus, es el responsable de la recogida, custodia, publicidad y salida „previa su adopción„ de todos esos pobres animales maltratados y abandonados, los animalistas presentes se estremecen.

„¿Qué quiere decir, señor Morell? „le preguntan. El director de Son Reus repite: "Pues que ha habido muchas ´presiones´ de animalistas. Y antes había 10.000 perros, pero ahora sólo hay 9.000".

„"Ya" „le insisten los animalistas presentes y testigos de sus palabras, "pero no le entendemos: ¿quiere decir que ha rescatado menos perros porque al resto los ha recogido Natura Park?". "No" „contesta enigmáticamente.

„"Entonces, ¿quizá es que este último año ha habido menos abandonos de animales domésticos?" „le insisten, queriendo ser optimistas, sus interlocutores.

„"No, no es eso" „responde Morell, muy ufano.

En ese momento una de las asistentes, haciendo de portavoz de los demás, pregunta ya sin tapujos lo que no quieren creer: "¿Quiere decir que a causa de esas ´presiones´ nuestras, como usted las llama, ha decidido sacrificar mil perros más que otros años?". "No, claro que no" „dice, con una media sonrisa inquietante (según algunos presentes), "sólo es que hay mil perros menos". Y seguidamente Pedro Morell zanja el tema.

Si fuéramos malpensados, podríamos creer que el director de Son Reus nos está lanzando a los defensores de los derechos de los animales una advertencia al estilo Corleone. Algo así como: "Valorad si os conviene seguir por ese camino. Los animales podrían salir perjudicados. Es una oferta que no podéis rechazar". Una treta que pudiera haber funcionado durante años con personas sensibles y amantes de los animales pero desinformadas sobre sus derechos, que por miedo a represalias no se atrevían a insistir en sus demandas ante ciertos individuos con poder ejecutivo y actitud arbitraria que amenazaban con hacérselo pagar a los más débiles (aunque una estrategia, que no funciona ya frente a una nueva generación de ciudadanos cada vez mejor asesorados).

Pero como somos bien pensados por naturaleza, concluiremos que, aunque sonara a amenaza, el director de Son Reus se estaría refiriendo a otra cosa (que no quiso aclarar). Y nos limitaremos a elucubrar sobre cuántos delitos podría estar cometiendo un funcionario o cargo público que hipotéticamente "advirtiera" a unos ciudadanos (que simplemente le exigen el cumplimiento de la ley) con que, si le siguen "molestando", tomará "medidas" que limiten las oportunidades de esos animales abandonados que „por ley„ deben ser recogidos, custodiados, y ofrecidos públicamente en adopción. ¿Prevaricación administrativa? (artículo 404 del Código Penal), ¿maltrato a animales domésticos? (artículo 337 del Código Penal), ¿coacciones? (artículo 171 del Código Penal). Sin contar el artículo 7 del Código Civil, que prohíbe el abuso de derecho (con expresa previsión de condena a pago de indemnización, a quien haga un ejercicio antisocial del mismo). Una lista tan larga como la tendencia al despotismo (auténtica lacra de nuestro tiempo) que empuja a determinados servidores públicos a seguir actuando cual señores feudales, como si los ciudadanos fuéramos en realidad simples súbditos y tuviéramos que conformarnos con sus imposiciones, tal y como ha sucedido durante demasiados siglos en una cultura caciquil que ha desolado y retrasado el progreso de nuestro país. Unos individuos, por otra parte, empáticamente limitados, lo cual les impide apreciar el inmenso potencial intelectivo, emocional y afectivo que se esconde tras la profunda mirada de un perro (al que siguen contemplando como un mero objeto o "propiedad privada").

Decía Quevedo que es más fácil escribir contra la soberbia que vencerla. Por suerte los tiempos están cambiando, y los tribunales son capaces de profundizar cada vez con más eficacia en la limpieza y desinfección del Estado. A todos sus niveles. Desde las alturas coronadas, hasta sus más insondables alcantarillas.