Fui a ver la película La caza, del danés Thomas Vinterberg, porque me la había recomendado un amigo. No sabía nada del director y no sabía nada de la película. Pero cuando vi las primeras escenas, en las que sonaba Moondance de Van Morrison mientras un grupo de amigotes hacía el burro en un lago ("fent de goranots", como diría mi abuelo), supe que aquella película iba en serio. Y vaya si va en serio. Hay momentos en que te duele la mandíbula porque ya no sabes a dónde mirar. Y hay veces en que estás soportando tanta tensión que sólo puedes revolverte en el asiento.

Y eso que la película no tiene ni una sola escena sanguinolenta ni una violación ni nada por el estilo. No. Todo es muy distinto. Estamos asistiendo al moderno funcionamiento del Tribunal de la Santa Inquisición, sólo que no hay frailes ni mazmorras, sino una pequeña comunidad en la que todo el mundo parece muy moderno y civilizado y vive en casas decoradas con muebles de Ikea, hasta que de pronto, a causa de una acusación infundada de pedofilia, todo el mundo empieza a actuar como una jauría de perros rabiosos que persigue a una pobre liebre. Y lo peor de todo es que todas las leyes y todos los protocolos escolares y toda la meticulosa maquinaria gubernamental „es decir, toda la red pública de expertos y policías y educadores„ acaban formando parte de la jauría que persigue a un inocente.

Una niña, por una serie de casualidades fatídicas, acusa a un buen hombre que trabaja de cuidador en una guardería de un hecho grave de pederastia. Este buen hombre está separado y vive solo, lo que de entrada lo convierte en un sospechoso. Además, tiene la mala costumbre de jugar con los niños, de cogerlos y de tocarlos, de rodar con ellos por el suelo y de cantar con ellos. La directora de la guardería, desde el primero momento, da crédito a lo que dice la niña. Ni siquiera permite que el cuidador sepa quién le acusa, ni de qué hechos, para que pueda presentar pruebas en su defensa. Y sin verificar nada, sin contrastar los hechos, la directora llama a un "experto", no sé si policía o pedagogo o psicólogo (o más bien una mezcla de las tres cosas).

A partir de ese momento, la película entra en el terreno de la pesadilla. El "experto" interroga a la niña de una forma que no le concede ni la más mínima oportunidad al acusado. Todo el interrogatorio está dirigido, no a dilucidar los hechos, sino a confirmar la acusación. Nadie se toma la molestia de reconstruir lo que dice la niña, ni de comparar fechas y horas, ni de aportar testigos. Con la excusa de que la niña sufriría si se la obligara a recordar los hechos, su palabra no necesita ser probada, porque tanto la directora de la guardería como el "experto" están convencidos de que un niño siempre dice la verdad. No hay posibilidad de que mienta o de que manipule los hechos, ni tampoco hay posibilidad alguna de que ese niño esté confundido o dolido por algo o sufra alguna clase de trastorno. No, el niño es siempre víctima y el adulto siempre es culpable, así que el inocente no tiene posibilidad alguna de defenderse. Y peor aún, ni la directora ni el "experto" intentan usar su intuición o su sentido común con el acusado, hablando con él o intentando averiguar cómo es. No, nada de eso. Y al ver la película, llegamos a la conclusión de que tanto la directora como el "experto" han alcanzado sus cargos actuales precisamente porque carecen por completo de intuición o de sentido común, ya que lo único que sirve en su mundo son los corsés ideológicos.

Siempre que veo una película así me pregunto por qué no tenemos equivalentes españoles de esa clase de cine. La caza está hecha con pocos medios y con pocos actores „aunque sensacionales todos ellos„, y está rodada en una pequeña comunidad rural, así que cualquier productora mediana podría atreverse a rodar un proyecto así sin arriesgar demasiado. Pero sé que la pregunta es inútil porque ninguna productora española se atrevería a hacerlo. ¿Por qué? Ah, por la sencilla razón de que los equivalentes españoles de los personajes de La caza no serían curas perversos ni jerarcas del PP, sino sindicalistas de la izquierda o personajes del mundo que llamamos "progresista". Y si la película estuviera rodada en Mallorca, por ejemplo, la directora de la guardería debería ser una fogosa militante del STEI, o sea que imagínense qué director kamikaze podría atreverse a rodar eso. No, no, eso es imposible.