El pasado martes, la Asamblea francesa aprobaba la "ley Taubira" „por el apellido de la ministra de Justicia de Hollande„ que reforma el código civil napoleónico para establecer el matrimonio igualitario entre parejas homosexuales y permite la adopción de menores. Hubo 331 votos a favor y 225 en contra. E inmediatamente, la oposición conservadora presentaba un recurso ante el consejo constitucional con el argumento de que esta reforma provoca un "cambio de civilización" y convocaba una manifestación para el 26 de mayo. La UMP ha intentado ponerse al frente del potente movimiento opositor pero, a la postre, se ha impuesto una plataforma heterogénea dominada por la exhumorista Frigide Barjot, quien ya ha manifestado que piensa dedicarse a la política. El populismo planea sobre el disenso.

Francia ha cambiado espectacularmente: quienes, en pleno franquismo, acudíamos a la vecina Francia a beber vientos de libertad, no podemos entender que, menos de cuarenta años después, nuestro vecino del norte, cuna de la Revolución burguesa y de los grandes derechos civiles, esté dando al mundo el espectáculo estremecedor de una gran campaña homófoba contra los derechos de los hoosexuales. La reacción intolerante de una parte notable de la derecha y la extrema derecha francesas, que ha producido episodios de violencia en Burdeos, Lille y París y ha registrado el brutal apaleamiento de una pareja de varones, ofrece al mundo el espectáculo de una Francia desconocida: la proverbial tierra de asilo, donde encontraron refugio los revolucionarios, visionarios y disidentes de todo el mundo, se ha convertido en una nación dividida, donde una mitad de la ciudadanía es pacata, ultraconservadora, intolerante.

No hace falta decir que Francia no es pionera en la implantación del matrimonio gay, que rige en España desde julio de 2005. Jordi Vaquer acaba de explicar en un artículo que, antes de la aprobación en Francia, el matrimonio igualitario ya existe en once países y en dos docenas de estados norteamericanos; además, en este mismo mes de abril, se acaba también de implantar en Uruguay y Nueva Zelanda, y otros cuatro estados europeos „Alemania, Andorra, Finlandia e Irlanda„ se disponen a abrir el debate; Colombia y Nepal tendrán que regular el matrimonio igualitario porque así se lo exigen sus respectivos tribunales constitucionales; y en Estados Unidos y Taiwan los tribunales deben pronunciarse en un ambiente claramente favorable (el apoyo es del 58% y del 75% respectivamente)€

Según explica el propio Vaquer, frente a esta eclosión de libertad, actúa desde los Estados Unidos una oscura Organización Internacional para el Matrimonio, cuya rama norteamericana, a través del grupo cristiano Opus Fidelis, ha asesorado a los partidarios franceses de la discriminación en la propaganda online. La referida organización estaría trabajando en algunos países del Este de Europa „Letonia, Moldavia y Hungría„ y sobre todo en diversos países africanos en diversas campañas homófobas.

Las grandes conquistas de los derechos humanos han sido laboriosas y han tenido que vencer siempre resistencias cuajadas de intransigencia, insolidaridad y afán de dominación. Por ello, la lucha contra la homofobia, que tiene como lógica consecuencia la legalización de la unión homosexual con los mismos derechos que la heterosexual, se abre lentamente camino también en un mar de intolerancia que genera todavía sufrimiento y marginación.

Ante todo ello, las grandes armas de la civilización son la cultura y el proselitismo político progresista. Aunque no cabe hacerse demasiadas ilusiones: hasta en Francia, que fue cuna de la modernidad, la causa encuentra épicas resistencias reaccionarias.

* Twitter: @Apapell