Muchas voces, la de Josep Ramoneda entre ellas, han considerado lo de Ponferrada, la moción de censura del PSOE presentada conjuntamente con una formación liderada por un condenado por acoso sexual a otra concejala, como el símbolo de la débacle general del Partido Socialista, que obtuvo en noviembre de 2011 los peores resultados de su historia en la etapa democrática que arrancó después de la dictadura franquista. Y tal débacle debería provocar un proceso constituyente. Ramoneda atribuye esta idea a Joan Romero, que fue secretario general del PSOE valenciano en los noventa y califica la situación del actual aparato de Ferraz como de "exilio interior", por su desorientación y evidente anonadamiento que le dificulta salir al paso del proceso político con planteamientos claros, inteligibles, coherentes con su posición ideológica y con la demanda social, bien audible por cierto en estos momentos.

Efectivamente, "lo de Ponferrada" demuestra una falta garrafal de sintonía con la opinión pública de este país, que resulta difícil de explicar porque no se entiende cómo ni el aparato de Ferraz ni el de Castilla-León se percataron del escándalo que se produciría con aquel acuerdo sencillamente contra natura (el grupo de Ismael Álvarez era además claramente conservador, como escisión del PP que fue). La misma organización que tantas cautelas adoptó en Benidorm, un caso mucho menos grave y llamativo, cometía ahora el craso error en Ponferrada donde no había excusa posible. ¿Acaso los cuadros socialistas no leen los periódicos ni visitan de vez en cuando las redes sociales, que desde mucho tiempo atrás llamaban la atención sobre la iniquidad que se tramaba?

El tiempo permitirá valorar cabalmente los casi ocho años de gobierno socialista en España que concluyeron en las pasadas elecciones generales. Algunos pensamos que difícilmente se hubiera podido gobernar mejor/peor la crisis económica, que a todos nos cogió por sorpresa y que se desarrolló conforme a las pautas que nos fueron impuestas (el G-20 y la UE dictaron las normas). Sin embargo, es evidente que la opinión pública identifica el origen de la crisis con el gobierno anterior, y ello fue la causa del estrepitoso derrumbe electoral en 2011. Así las cosas, es claro que quienes gestionaron aquella etapa deben dejar paso a gentes nuevas que aparezcan con ideas nuevas y a quienes nadie les pueda reprochar no haber visto venir el desastre, ni el estallido de la burbuja, ni los desequilibrios en que nos sumiría una crisis internacional.

Así las cosas, es importante saber que, como dice Ramoneda, la vieja regla de los vasos comunicantes entre PP y PSOE ha dejado de funcionar, por lo que el PSOE no puede resignarse a esperar a que el gobierno se desgaste para recoger su hegemonía. El PSOE no volverá a ser lo que era si no recompone su figura, reconstruye su discurso, recupera su alma progresista y pone al frente a personas con credibilidad que no se hayan contaminado con el desastre anterior y que por tanto deben provenir de las generaciones siguientes. Y si no se abre definitivamente a la sociedad mediante congresos anuales o bienales, primarias abiertas a militantes y simpatizantes para todo, listas formadas a partir de las primarias, órganos ejecutivos internos de control manejables y de reunión frecuente, etc., no logrará engarzar con una opinión pública que está deseando adherirse al mensaje que interprete sus anhelos, su indignación y sus preocupaciones.

*Twitter: @Apapell