Se ha reeditado la novela homónima de donde surge esa película que se rodó en Mallorca y que trajo consigo „como mínimo„ que uno de sus directores cambiara de sexo (de hombre a mujer), que Halle Berry se rompiera una pierna durante el rodaje en Formentor y que ahora haya un problema de dinero e instituciones públicas de por medio. "Que si me prometisteis€". "Que si no tenemos un euro€". Mallorca siempre colgando monigotes sobre la espalda de quien cree usufructuarla.

Si empiezo por la película „que no he visto„ es para atrapar lectores. Si empezara hablando del libro, me temo que serían menos. Pero el origen es el libro, que acaban de reeditar, como decía, aprovechando el rodaje y estreno de El atlas de las nubes. Con esa reedición han anunciado que editarían también la última novela de David Mitchell „cuando la última era Mil otoños„, titulada El bosque del cisne negro. Y bueno, hasta aquí podríamos llegar.

"¿Qué le ocurre? ¿Se ha vuelto tarumba?". Ocurre lo de siempre: que aquí, llegar primero es un pecado que se castiga (es decir, una virtud que se silencia y condena al ostracismo). Me explicaré. La entrada de David Mitchell en España tuvo lugar en 2005 con una novela que, al leerla, me pareció magnífica „Escritos fantasmas„ y de la que hablé en estas páginas aquel mismo año. Su complejidad de historias y tiempos distintos me fascinó (y fascinación fue la palabra exacta). Su extensión „casi quinientas páginas de letra pequeña y cuarenta líneas por página: un festival„ dejaba turulato por su calidad. De algunos de sus personajes, ya no he podido olvidarme y encima, el tío era ocho años más joven: menudo atrevimiento. No mayor que su novela, que para mí fue el descubrimiento de un escritor excepcional.

Al año siguiente se publicó, precisamente, El atlas de las nubes que gustándome mucho, me gustó menos que la primera, quizá porque el aparato narrativo ya no era, tras haber leído Ghostwritten, inédito. Aunque según los críticos y jurados de premios era mejor. Por último, en 2007, se editó El bosque del cisne negro, novela en la que ya no pude, o no supe, meterme (parecía escrita por un autor muy diferente y esta, supongo, era la voluntad de Mitchell: escapar de un territorio que conocía demasiado), o quizá yo no tuviera el día las veces que lo intenté. Su lomo intacto me espera en la estantería junto a los de las otras tres, rugosos y fatigados por el uso.

¿Por qué cuento esto? Porque la labor de edición española de estas tres novelas de David Mitchell fue meritoria en extremo: una pequeña editorial de Salamanca, llamada Tropismos „que tuvo que acabar cerrando„ fue su casa en España. De ellos fue el gusto, el acierto, el mérito. Y ahora también lo es que nadie recuerde que fueron ellos los pioneros de El atlas... y, de paso, el no poder disfrutar de las mieles cinematográficas, que siempre venden bastantes libros, como bien saben los nuevos editores de Mitchell en nuestro país. Los mismos que publicaron hace dos años Mil otoños y que se han lanzado, como es lógico, al rescate de sus libros anteriores empezando por el título peliculero. Este rescate está muy bien, pero el gran mérito, repito, fue de Tropismos, en Salamanca y El bosque del cisne negro ya estaba editada por ellos. Como El atlas€

Desde luego filmar ´El atlas´... o Escritos€ „dos novelas de estructura prácticamente idéntica„ ha de ser muy difícil. Y encima tengo un par de problemas „en fin, pejigueras„ al respecto. El primero se llama Tom Hanks, un actor que sólo me ha gustado en Salvar al soldado Ryan. El segundo los dos macrocines de inquietante descampado donde la proyectan: no los he visitado nunca. Mi frontera cinematográfica se llama Porto Pí en Ponent, y Renoir en, digamos, Llevant. El tercero, que ya he leído un par de artículos hablando de new age al referirse a la película, término y consecuencias que me aburren. Estaba dispuesto a pasar por una serie de concesiones postmodernas del gran David Mitchell, pero por el new age de sus adaptadores, me temo que no. Hasta hoy, en que una amiga cinéfila de la que me fío más que de cualquier crítico, me ha dado dos argumentos contundentes. El primero es que es rara y que le gustó. Casi siempre que ha unido esos dos conceptos, la película también me ha gustado a mí. El segundo es que la gente salía del cine diciendo que menudo tostón. "Tostón" es la palabra exacta que me dijo y rápidamente me instalé en aquellos días en que gracias a la salmantina Tropismos leí maravillado Escritos fantasmas y El atlas de las nubes. Dos tostones para los lectores españoles, vistos los resultados: escasez de ventas y posterior cierre de la editorial. No era su momento en una sociedad robótica que sólo vive de momentos: lo que toca y cuando toca; lo que está de moda. El que llega en ese momento, triunfa. Llegar antes, ya dije, sólo es motivo de disgustos. Ahora me gustaría saber cuántos ejemplares de El atlas de las nubes se han vendido y acabarán vendiéndose. Estoy seguro de que, para lo que es el mercado editorial actualmente, bastantes. De las promesas y dineros mallorquines mejor hablamos otro día. O no: total...