Durante esta semana ha habido un tira y afloja entre los padres, los alumnos, los profesores y la Misión Laica Francesa, que es la que actualmente gestiona el liceo. De un día para otro se había anunciado el posible cierre del centro educativo, lo que supone todo un trastorno para estudiantes, docentes y familias. Significaba, nada más y nada menos, que dejar sin trabajo a cincuenta profesores y sin educación a más de cuatrocientos alumnos. Así, de un plumazo y sin mediar explicaciones convincentes. Las últimas noticias son, en cambio, más alentadoras. Lo más emocionante del caso es haber asistido a las acciones por parte de los alumnos que, con una rapidez y determinación inusitadas, han exigido la presencia del director general. Sin duda, la gestión ha sido peor que deficiente y las formas bastante feas. Sin respeto alguno hacia los padres, alumnos y profesores. Los estudiantes han saturado el correo del presidente Hollande, explicándole el caso. Ya sabemos que la cuestión educativa es un tema capital en Francia, cuyo modelo lleva muchos años funcionando de forma fiable. El caso español, por el contrario, es una auténtica catástrofe, agravada por los continuos cambios, indecisiones y rivalidades partidistas que acaban siendo un lastre demasiado pesado. No, no hablaremos de Finlandia, ejemplo a todas luces humillante si lo comparamos con el caso español. En cualquier caso, ya escribí en su momento sobre el caso finlandés y Jordi Évole hurgó en la herida en su programa. Pero, en fin, estamos en Francia, aunque no salgamos de Palma. Siempre ha habido una relación especial entre el profesorado y el alumnado, que está basada en el respeto mutuo y nunca en la sumisión. Es una relación muy bien equilibrada y oxigenada. La figura del profesor no está desprestigiada ni maltratada. Los alumnos del Liceo Francés respetan a sus profesores, como también quieren a su liceo. El respeto es recíproco. Durante estos días las muestras de cariño han sido múltiples. Están dispuestos a luchar por él. Porque el saber no está reñido con el placer, como nos han hecho creer en este país de masoquistas. La inquietud intelectual y el disfrute no son términos opuestos. No ocurre en todos sitios.

Yo, sin ir más lejos, fantaseaba con la demolición de mi colegio. Y cuando despertaba, los jesuitas aún estaban ahí. Los alumnos del Liceo Francés han dado un ejemplo de estar muy concienciados e implicados y, sobre todo, han desarrollado un espíritu crítico que ha acabado por expresarse durante estos días tan tensos y confusos. Se han movilizado sin dudarlo ni un instante. Saben que si desaparece su liceo, se quedan fuera de juego: sin educación. Y eso es muy grave. No se han escondido, usando la técnica del avestruz. En los momentos difíciles es cuando, en verdad, se demuestra el coraje y el valor de cada uno. A Hollande ya le deben de estar silbando los oídos. Hay un frente triple compuesto por padres, alumnos y profesores que sacará esta situación adelante. Lo fácil es dejarse arrastrar por el desánimo y el fatalismo, pero existen otras maneras de gestionar un liceo. Siguen llegando noticias, mientras escribo este artículo. Muchos padres están formando grupos de trabajo, redactando y enviando cartas a las altas instancias del gobierno galo, tratando de implicar al mismísimo presidente de la República, François Hollande para que tome cartas en el asunto, si es necesario. Ya sabemos que Mali está que arde, pero a ver si hay suerte. Con la educación no se juega. Bromas pesadas, las justas. La movilización es total a la hora de defender el puesto de trabajo de los profesores, quienes han dado muestras sobradas de profesionalidad y competencia. Se trata de una cuestión de Estado. Han sabido crear un ambiente relajado, afectuoso y a la vez exigente. La calidad educativa y humana del Liceo Francés de Palma está más que garantizada y es, justamente, este empeño en mantenerla lo que conseguirá superar este escollo. No me cansaré de insistir en la relación profesor-alumno, en la que no existen miedos absurdos ni abusos de poder, en la que el profesor trata de abrir cauces para que el alumno piense por sí mismo y adquiera un espíritu crítico que no se detecta en otras partes, sin olvidar el equilibrio entre la vertiente analítica y creativa. Los alumnos no ven al profesor como un mero examinador o juez, sino como alguien que les activa el gusto por aprender, les abre puertas y les apoya en los momentos más duros. De ahí que valga la pena luchar para que no desaparezca un centro de estas características. Sería una pérdida irreparable para la isla. Uno se ha dado cuenta de que este Liceo es algo más que un mero y simple centro educativo en donde depositar a los hijos. Es una institución muy respetada y querida por sus alumnos. Cosa inaudita en otros lados.