La cosa del derecho a decidir llega a las islas, importada desde Cataluña. La mercancía ha sido adquirida por el PSM y asociados, quienes plantean presentar una propuesta en el Parlament. El interés del asunto no hay que buscarlo en el resultado de la votación: no se aprobará. En el PSM siempre lo han sabido. No hay en la cámara autonómica masa crítica suficiente para ni tan siquiera pensar que existe alguna posibilidad de que surja la sorpresa. Lo que los diputados nacionalistas quieren, es situar al PSOE (PSIB cuando no hay elecciones en lontananza) ante un quebradero de cabeza; retratar su impostado y cacareado nacionalismo, tan querido por la actual dirección de los socialistas, siempre afanados en sobrepasar al PSM en metas soberanistas, por mucho que cosechen, uno tras otro, sonoros fracasos electorales. Viene ocurriendo desde décadas atrás, por lo que a nadie extraña el errático comportamiento del PSOE balear, transmutado en PSIB para reforzar la supuesta identidad diferenciada del partido.

El pretendido derecho a decidir va a complicar la de por sí azarosa vida del socialismo isleño. Lo sensato es que los diputados socialistas voten no, junto con los populares, pero como la sensatez no es precisamente una de las características que más se hacen notar en el partido, los hay que temen que, al igual que ha sucedido en Cataluña, haya díscolos que quieran exhibir su ideología inmaculadamente nacionalista y no acepten el lógico no. Ahí es donde el PSM se dispone a hurgar en la herida; y a fe que hay posibilidades de que lo consiga. Si atendemos a las manifestaciones de algunos dirigentes del socialismo balear, reiteradas con la machaconería propia de un mantra tibetano, se llega a la conclusión de que el nacionalismo pesa tanto o más que el socialismo en su estrategia. Entonces, ¿cómo oponerse al derecho a decidir si éste se lleva a la Cámara?

Descarto que el partido apoye la propuesta del PSM. Simplemente porque, por mucho que lo desee, y seguro que lo desea con el ardor del confeso, no está en condiciones de hacerlo. Ferraz (nombre de la calle madrileña donde se ubica la sede central del PSOE) les fulminaría, que es lo que necesita el partido en las Islas para armarse y ofrecer algo atractivo al electorado. Eso también lo conoce el PSM. Lo que sus dirigentes quieren son dos cosas: acabar con el discurso nacionalista del PSOE, con todos los intentos de comerles espacio protagonizados en los últimos años, y, de paso, aguardar a si se da la fractura, si algunos diputados toman los derroteros de sus cinco colegas catalanes, organizando aquí un llamativo descosido con el que tenga que vérselas una sobrepasada Francina Armengol y demás sobresalientes dirigentes del postrado partido socialista balear.

Hay destacados afiliados al mismo que están ya hartos de las piruetas nacionalistas de la dirección. Algunos de ellos, como la exalcaldesa Aina Calvo o el exsecretario de Estado de Turismo, además de ex de la Guardia Civil y la Policía Nacional, Joan Mesquida, lo manifiestan abiertamente. Parece que hay quien ha caído en la cuenta de que o bien el partido socialista, como ocurre en toda España, muda de piel o, en las próximas elecciones, el PSM, que, con paciencia e inteligencia, está armando una coalición que englobará toda la izquierda nacionalista e independentista, porque seguramente integrará a ERC, le comerá una porción nada despreciable del pastel electoral.

La propuesta del derecho a decidir va pues decididamente en contra de los socialistas. Su intención no es la de desgastar al PP. Por ahí no hay nada que hacer: los populares votarán en contra alborozadamente, y como al PSOE le dé por contemporizar o buscar subterfugios a la hora de decir no, le atizará en la desgastada cresta que todavía luce. La que está en ciernes es una fraternal y fratricida batalla en la izquierda. Tantos años de jugar al nacionalismo, de buscar acotar al PSM, al final se está volviendo en contra de los socialistas. El PP únicamente ha de trabajarse el mejor modo de que el PSM defienda la propuesta. Cuanto mayor realce le conceda, mucho mejor para sus intereses y peor para el de los socialistas, salvo que entiendan por fin cuál es su electorado, dónde están sus potenciales votos, y no continúe ignorándolos y casi siempre despreciándolos, lo que ha convertido en una tradición de difícil desarraigo.

En Cataluña, Pere Navarro, el primer secretario del PSC, un partido formalmente independiente del PSOE (no la ficción que gusta aparentar al PSIB), tutelado por la exministra de Defensa, Carmen Chacón, a quien el PP desea ver alejada de la dirección socialista, porque, aunque no lo diga, le tiene la prevención que no guarda para el amortizado Pérez-Rubalcaba, al que considera casi un colega, ha dicho a los soberanistas de su partido que se acabaron las bromas, que de derecho a decidir nada, salvo que sea para, desde la legalidad constitucional y de acuerdo con el Gobierno central, proceder a una consulta encaminada a reformar el texto estatutario. Artur Mas se ha quedado sin la complacencia socialista, imprescindible para él y mortal de necesidad para el PSC.

Aquí, es de esperar que alguien le explique a Francina Armengol, la aguerrida secretaria general, a quienes le acompañan, de qué va la propuesta del PSM y cuáles son sus aviesas intenciones. Mejor se lo expliquen, porque puede suceder que todavía piensen que el asunto merece ser seriamente considerado e incluso sientan la imperiosa necesidad de entrar en negociaciones para buscar una fórmula que les permita votar afirmativamente, que es lo que, qué se le va a hacer, el cuerpo les demanda.