En el mundo de los negocios y bastante más allá, es bien conocido el ya jubilado Jack Welsh, el que fue director ejecutivo de General Electric entre 1981 y 2001. En el año 2000 Welsh se embolsó por el desempeño de tan alto cargo nada más y nada menos que 144.500.000 dólares. Esta cantidad es alta, por supuesto, y más si la comparamos con los ingresos medios de una familia del mismo país, EE UU. Los ingresos de Welsh equivalen a unas 3.500 veces los que percibieron en el mismo año una familia media. Esta proporción, sin consideraciones adicionales, ya debería indicar para humanos normalmente constituidos que algo no está funcionando bien para la gran mayoría de la población.

¿Cuáles pueden ser las justificaciones de una remuneración tan grotescamente elevada? Una de las más habituales es que lo que reporta a la compañía un director ejecutivo es tanto, que bien merece una recompensa tan alta. Parece una explicación razonable aunque después de la crisis ya conocemos la forma en que tantos directores ejecutivos estafaron a accionistas, clientes y trabajadores de la propia empresa. Pero incluso vamos a suponer en un primer momento que esta estafa, cuyas consecuencias está padeciendo un número mayor de personas desde que estalló la actual crisis, no se hubiera producido. Supongamos que los ingresos de estos altos ejecutivos, asesores financieros y demás "magos" de las finanzas correspondieran al mérito o a la compensación por las altas ganancias obtenidas por la empresa.

Veamos si la mencionada justificación del mérito para una remuneración tan elevada tiene algún sentido. El que fue Nobel de Economía en el año 2002, el psicólogo cognitivo Daniel Kahneman, realizó un estudio hace unos años sobre aptitud y suerte en los resultados obtenidos por 25 asesores financieros a lo largo de ocho años. Los resultados fueron espectaculares. Las conclusiones, en palabras de Kahneman eran que "los resultados se asemejaban a lo que se esperaría de un juego de dados, no de un juego de inteligencia". En ningún caso, mediante el conocido instrumento estadístico de la correlación (y en donde el coeficiente de correlación puede estar entre 0, en este caso ninguna correlación, y 1, correlación "perfecta" en ese extremo) se observó nada significativamente superior a cero. Es decir, que tratándose de la gestión del mercado financiero, la "firma recompensaba la suerte como si fuese una aptitud". Aunque el problema que estudió Kahneman era más general, el que él mismo llamó "ilusión de validez", su estudio es muy significativo para lo que aquí interesa.

Resulta que, supuesta la honradez de los altos ejecutivos, sus resultados económicos para la empresa respectiva son equivalentes a tirar los dados: aptitud cero y azar total. Pero cuando Kahneman realizó el mencionado estudio, no habían sucedido los hechos que con la crisis económica se han ido conociendo y que permiten afirmar que, para una buena parte de altos ejecutivos de grandes bancos y determinadas grandes empresas, la honradez no es algo que en ningún caso deba suponerse. En palabras escritas hace tan sólo poco más de 4 años por el que fue candidato a presidente de los EEUU, Ralph Nader: "Olvidaos de Las Vegas. Los jugadores empecinados se hallan en Wall Street, y están jugando con vuestro dinero, con vuestras pensiones y con vuestros medios de vida."

Y quedan muchas preguntas interesantes que quien se obstine en defender la tesis del "mérito" o algo remotamente parecido para justificar las grandes remuneraciones de los altos ejecutivos, tendría muchas dificultades en resolver. Por ejemplo, ¿por qué cuando la empresa incurre en pérdidas que en algunos casos son astronómicas, siguen ganando estos ejecutivos cifras tan depravadamente elevadas? Ese es el caso, entre muchos, de Richard S. Fuld, ejecutivo de Lehman Brothers que a mediados de la década anterior se embolsó 40 millones de dólares, cuando las pérdidas reconocidas de la empresa eran de 2.800 millones. Casi nada. Pero volviendo a Jack Welsh, ¿por qué este ejecutivo se llevó a casa en el año 2000 estos 144,5 millones de dólares y su antecesor en el cargo, el legendario para muchos y que fue definido como el "más influyente hombre de negocios en los EEUU", Reginald Jones, solamente se embolsó 500.000 dólares en 1975? Si el primero, como queda dicho, se agenció una cantidad que equivalía a 3.500 veces los ingresos de una familia media estadounidense, el segundo lo hizo en una proporción no tan insultante, unas 36 veces. Muchas cosas cambiaron desde 1975 al 2000 para beneficio de los ricos y para la desgracia de la mayoría de la población. Y no digamos desde 2000 hasta hoy.

Es muy conocida la proverbial sentencia de Balzac "detrás de cada gran fortuna, hay un gran crimen". Quizás no tanto la del Pulitzer D. C. Johnston, que muchos años después afirmó que si el crimen no es evidente es porque no se ha observado con la suficiente atención.

(*) Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona y presidente de la Red Renta Básica www.redrentabasica.org