La deriva independentista y secesionista de Mas y sus conmilitones anti-España debe ser analizada no sólo desde las lógicas y habituales pasiones e indignaciones que está provocando ni, aunque también, desde un planteamiento jurídico-político de la legalidad y legitimidad democráticas, sino desde la fría perspectiva de un proceso que viene de lejos y que ha desembocado en una fractura de la cual veremos cómo nos salimos.

El proceso es de libro. El catalanismo irredento ha planteado un escenario dialéctico entre colonizadores y colonizados, pero con una curiosa inversión de los sujetos protagonistas en la que el agente colonialista es el nacionalismo y el agente colonizado es la propia España en el territorio de Cataluña. El comportamiento colonialista del nacionalismo catalán tiene unos claros antecedentes históricos e intelectuales en el marxismo y en el fascismo, ampliamente estudiados por la sociología política. El estructuralismo marxista de Althusser, por ejemplo, sostiene que los individuos son "construidos" por la ideología que los dota de una "identidad imaginaria". El fascismo, por su lado, asume y perfecciona esta "construcción identitaria" mediante la absolutización de todo un imaginario de entes abstractos que van desde la falsificación de la propia Historia hasta la fabricación del "enemigo" „España, en este caso„, pasando por la deificación de la lengua, la victimización económica o la acción de los mass media afectos.

La unidimensionalidad del individuo construida ideológicamente „con la educación como fundamental instrumento conformador de identidades„ ha apuntado a la creación del "hombre nuevo" como expresión del "buen catalán". El "asimilismo" constituye el instrumento fundamental para transformar a todo habitante de una Cataluña plural en un "buen catalán", quiera o no quiera, le guste o le disguste. Fuera del "buen catalán" diseñado, identificado, domesticado y pasado por la horcas caudinas del imperativo catalanista, no hay salvación posible. Esta construcción planificada del "hombre nuevo" catalán, esta "ingeniería social", no tiene antecedentes en toda la historia de España, ni siquiera con Felipe V, con Franco o cualquier otro "verdugo" del victimismo catalanista. Sus antecedentes sólo pueden encontrarse en el fascismo europeo de los años 30 y en el marxismo de los regímenes comunistas del pasado siglo. Para completar el panorama y los paralelismos históricos ya sólo falta la voluntad imperial. Ya la tenemos aquí: los "países catalanes".

Obviamente, las cosas „a pesar de este brutal proceso de ingeniería social„ no van a resultar tan fáciles como piensa el nacionalismo. Los individuos tan meticulosamente planificados abandonarán la unidimensionalidad sacrosanta cuando perciban que su "identidad" no es unidimensional, sino pluridimensional y, en consecuencia, compatible con múltiples y variadas identidades, entre las que se encuentran la identidad catalán-español, balear-español€ Cuando esto ocurra „y está ocurriendo ya„ el problema, el grave problema, ya no será "Cataluña versus España", sino los aires de fronda guerracivilistas que fracturarán la sociedad catalana. Y, a continuación, la sociedad balear.

Este panorama catalán y catalanista tiene, obviamente, unos responsables. En un pasaje de Alicia en el País de las Maravillas, Alicia discute con Zanco Panco sobre el significado de las palabras y su polisemia. Le contesta Zanco Panco de forma abrupta: "La cuestión es saber quién es el que manda€ eso es todo". Es decir el que tiene el poder y la facultad de construir el discurso político y social. Esta es la madre del cordero. La cuestión „y el problema„ no es Artur Mas, sino Rajoy, Rubalcaba€ y Bauzá. Es decir, el PP y el PSOE. El Estado no manda en Cataluña ni en Balears. El Estado se ha ido, no está. Han generado un vacío de poder que ha ocupado el catalanismo porque el vacío de poder no existe „nunca„ en política. El que manda en Cataluña es Más y el catalanismo. Y el que manda en Balears en cuestiones fundamentales no es Bauzá, sino el difuso catalanismo que ha copado los centros neurálgicos de la sociedad, de la educación, de la universidad, de parte de la Iglesia, del ecologismo y de buena parte de los mass media. Ni siquiera la holgada mayoría absoluta obtenida por el PP en Balears se ha materializado en una recuperación de sectores claves de la sociedad. Y esto „el vacío de poder„ ocurre desde los primeros pasos de la autonomía. Cañellas, Soler, Matas y, ahora, Bauzá han sido agentes de este catalanismo reptante, tanto en la configuración y reformas del Estatuto de Autonomía como en la praxis política. Han interiorizado el mensaje catalanista que ha entrado a formar parte de sus políticas y, a su través, de la sociedad. 7.000 manifestantes apoyando la anexión de Balears por Cataluña es la consecuencia y el primer aviso serio de lo que está ocurriendo, aquí y ahora.

Es tan ostentosa la dimisión del Estado „incluido el estado autonómico„ que ni siquiera es capaz de cortar de raíz este frontal ataque a la Constitución y a nuestro Estado de Derecho como es su obligación inexcusable. La indefensión de la ciudadanía ante el ataque a todo nuestro sistema de derechos y libertades „comenzando por el despojo de la soberanía de la que es titular el pueblo español„ es absoluta, lo cual agrava la crisis económica por causa de una gravísima crisis política que afecta a la integridad de la nación. Es posible „y, tal vez, probable„ que ante semejante panorama, la sociedad de forma espontánea acabe por arbitrar fórmulas de acción política al margen de los partidos mayoritarios. No sería la primera vez que ocurra en España ante situaciones de emergencia nacional, y el reto catalanista es una emergencia nacional. ¿O no?

(*) Joan Font Rosselló, Sebastián Jaume Muñoz-Maldonado, Miguel Nigorra Oliver, Roman Piña Homs, Sebastián Urbina Tortella.