El Fondo Monetario Internacional (FMI) pide a Merkel que afloje las condiciones de ajustes presupuestarios en la Unión Europea, para dar oxígeno a los países que lo están pasando peor. Recuérdenlos: Grecia, Portugal, Irlanda, España e Italia, por este orden. El desastre europeo en materia económica se enfrenta a los profetas de la ortodoxia más acendrada, con aventajados alumnos en Moncloa (y en el Consolat de Mar). Mientras esto acontece en los despachos del FMI, aquí, siguiendo las directrices incuestionadas de Berlín y Bruselas, nuestros gobernantes se obstinan en apretar todavía más las tuercas del sufrimiento. A mi amigo Mas-Colell (sabio economista) se le obliga a recortar cerca de 4.000 millones de euros en Catalunya, y ya ha señalado que esto será "imposible"; comunidades como Valencia, Murcia, Andalucía, Castilla-La Mancha constatan desvíos patentes en sus cuentas públicas, con la única alternativa plausible de cercenar todavía más las políticas sociales. En Balears, se nos advierte, desde una enorgullecida vicepresidencia, que cumpliremos con el déficit, como si esto por sí mismo fuera garantía de una correcta política económica. El indicador, como tal, esconde amputaciones drásticas del Estado del Bienestar, ese que los conservadores dicen defender con menos dinero y privatizaciones. Todo falaz y engañoso. ¿Llegaremos al anhelado indicador? Ya veremos. Pero si se llega: ¿a costa de qué?

Balears ha diseñado un presupuesto que para el vicepresidente es el único posible. Un documento que presume unos ingresos que no se van a tener de forma efectiva y que obligarán, de hecho, a realizar nuevos recortes en el curso de 2013 que pueden calcularse en torno a los 80 millones de euros (y soy cauteloso). La causa: el paquete fiscal resultará difícil de aplicarse en la totalidad expuesta en el presupuesto. El agujero será, pues, mayor que el comunicado; y cumplir con un déficit del 0,7% sobre PIB sólo tendrá una salida: dejar de pagar. Como está sucediendo en el curso del 2012, que se devenga poco, siendo éste un ejercicio enteramente adjudicado al PP. Los datos no pueden ser más tozudos: desde hace un año, el paro ha aumentado, la crisis se ha agudizado, el descontento de amplios sectores empresariales (que no son precisamente de izquierdas) se ha acrecentado, los ataques a las políticas sociales, sanitarias y educativas no han cesado, la protesta ciudadana ha aumentado, la deuda no ha disminuido y con el déficit se hará la ingeniería contable necesaria para presentar el dato como positivo.

El argumento para justificar todo este desaguisado es invariable, desde hace casi dos años: la herencia inesperada y recibida del Pacte. Éste tiene la culpa de todo, es responsable de todo, es el causante de todo. Se han llegado a filtrar noticias falsas a un medio de comunicación, en relación a desvíos de dinero público (Palacio de Congresos y escuela náutica) para focalizar la responsabilidad en los gestores anteriores y crear sombras de duda sobre el equipo económico del Pacte. Nunca un gobierno había invocado tanto a acciones pasadas como el de Rajoy y el de Bauzá: es un guión comunicativo que pudo tener fuerza en los primeros meses, pero que se va desinflando. Quienes preconizaban que su sola presencia en las instituciones generaría confianza, trabajo, inversión y crédito, se han dado de bruces con una realidad que conocían perfectamente, porque se les advirtió de todo, en diferentes reuniones que, espero, el vicepresidente recuerde y no insista en determinadas mentiras e inexactitudes. En comparecencia parlamentaria dos días después de los comicios de 2011, se expuso por parte de la conselleria de Economía y Hacienda saliente un extenso informe de la situación económica, financiera y presupuestaria con todo lujo de detalles. Puede consultarse en el diario de sesiones esta intervención, abucheada en una vergonzosa jornada en la que los ultras conservadores „entre los que estaba, con las venas bien hinchadas, a parte de todo un clásico como José María Rodríguez, un tal Antoni Pastor€„ vociferaban ante casi cada dato que se exponía.

El discurso presupuestario del vicepresidente para 2013 ha sido de una vacuidad tal, que resulta difícil decir menos con también menos argumentos. Lo dije en otra entrega de esta columna: es la nada llevada a un exponente que multiplica la insoportable levedad de este equipo económico dirigido por un colega universitario. No se observa el más mínimo recetario en política económica, con mayúsculas. No existe un atisbo de hoja de ruta que permita saber cuál es la línea conductora de la economía balear en manos del PP. Todo son frases rimbombantes, que remiten a un mercado y a un sector privado que, por un lado, no funciona y, por otro, está seco de crédito. Ante esto, nada se reclama a Madrid, como salida estricta, plausible, tal y como hacen otras autonomías: las inversiones estatutarias son cero, los convenios planteados son cero, las negociaciones incisivas son cero. Bauzá y Aguiló repiten el tópico que el sector privado debe actuar; pero éste, anémico, espera alguna palanca de un sector público amordazado por la ideología. Con estos mimbres, a una vocera del PP „no vale la pena ni recordar su nombre„ se le ocurre la brillante teoría de que se suprime el Consell Econòmic i Social (CES) porque, desde allí, se desarrollaban políticas marxistas, que planificaba una mano invisible pero reconocida. La paranoia es de antología del disparate: pienso en los empresarios que conformaban el CES y me avergüenzo de que se deje a indocumentadas e ignorantes hablar de lo que no saben. Estos chiquitines deberían estudiar más, prepararse mejor, leer, en fin. El anterior govern se equivocó muchas veces, no cabe duda. Pero tenía unas coordenadas de trabajo, explicitadas en el pacte per la competitivitat, con traslación presupuestaria, acuerdo general entre patronales, sindicatos, colectivos sociales y administraciones públicas, una metodología de trabajo que adoptaron, por cierto, otras comunidades. Comunidades de diferente signo que hicieron, exactamente, lo que recomendaba el FMI, la Comisión Europea y el Banco Mundial: tirar de deuda pública para paliar los efectos de la crisis económica, a raíz de la caída de Lehman Brothers y de sus letales efectos. La bibliografía seria al respecto es tan apabullante, que sorprende que nuestros lumbreras del PP no la conozcan, ni por simple roce.

Mientras tanto, Aguiló nos imparte lecciones altivas (y trémulas, por lo que escucho y veo) desde los atriles del Parlament. Y la economía balear no tiene más rumbo que cuatro soflamas de manual, ya saben: el mercado, la oferta, la demanda, todo como si estuviera en equilibrio o a punto de estarlo. Para alcanzarlo, nuestro vicepresidente liberal nos alecciona de que, ahora, los impuestos ayudarán a la recuperación, cuando antes eran causa demoníaca, digna del más solvente de los exorcismos. Estos tipos cambian de ideas, de pensamientos, de tesis, en función de una realidad que, en efecto, es mutante, es volátil, como siempre (siempre: Aguiló y Costa debieran saberlo) lo ha sido la economía, desde el Neolítico. Pensar en clave de equilibrios estáticos y dar la culpa a otros cuando aquéllos no aparecen, es el camino más corto al bloqueo. A transformar los gestores en fósiles, en una insuperable e insufrible levedad, superficialidad, deshonestidad e ineficiencia.