El PSC perdió su centralidad cuando el "tripartito", acordado en 2003 por Maragall, emprendió una vía radical encaminada hacia el soberanismo, aunque los socialistas, por aquel entonces, se limitaran a proponer la profundización de la autonomía, aunque hasta unos extremos que resultaron ser inconstitucionales. Montilla no supo rectificar el rumbo ni reconstruir el partido y el actual equipo de dirección del PSC, en teoría adversario del llamado "sector catalanista", más cercano al nacionalismo, se ha dado de bruces con la exacerbación independentista, que no es capaz de contrarrestar. Los socialistas no tienen siquiera una posición clara, coherente con su significación ideológica y con sus vínculos con el PSOE.

Ante la reclamación de un referéndum independentista, el primer secretario socialista, Pere Navarro, se ha mostrado ambiguo: es partidario del reconocimiento del "derecho a decidir" y de la celebración de una consulta "legal" (no está claro si ello significa apostar por una previa reforma constitucional), aunque no desea la independencia de Cataluña. Y en lo que se refiere al plan de viaje de CiU y ERC, Navarro ha anunciado asombrosamente que se abstendrá en todas las votaciones relacionadas con el proyecto independentista para que Mas y Junqueras "puedan tirar adelante con su pacto" (sic).

Esta posición absentista es directamente descabellada, como se ocupó de ponerle de manifiesto el propio Artur Mas: en asunto tan arduo, se supone que un partido de gobierno tiene que tener opinión en todo momento, y no ocultarla. Máxime cuando el programa que han firmado Mas y Junqueras contiene una ristra de medidas directamente ilegales que representan un reto permanente al Estado. El absurdo de la actitud del PSC queda de manifiesto mediante unas simples preguntas, ¿se piensa abstener cuando el próximo mes se vote la "Declaración de soberanía del pueblo de Cataluña"? ¿O cuando más adelante se cree el "Consejo catalán de Transición Nacional"? ¿O cuando se vote la creación de una Hacienda o una Seguridad Social propia?

Se puede entender la condescendencia con la celebración de una consulta, como han admitido los principales constitucionalistas, por invocación del principio democrático, existiendo como existe un grupo nacional caracterizado y organizado, con entidad suficiente para revestirse de un Estado. Y es sin duda legítimo abrazar el independentismo. Pero resulta incuestionable que el PSC, que encarna en Cataluña al PSOE estatal, tiene que ser firme defensor de la unidad del Estado, sin vacilaciones ni ambigüedades. Y si el PSC, mayoritariamente, no lo entiende así, Rubalcaba tendrá que viajar mañana mismo a Cataluña a fundar la federación socialista catalana del PSOE.

En democracia, es legítimo cambiar de opinión, o incluso mantener zonas de cierta ambigüedad ideológica para facilitar los consensos. Sin embargo, quienes se integran en los grandes partidos con vocación de gobierno y ámbito estatal no pueden vacilar a la hora de defender los principios sustantivos de su pertenencia, que son pocos pero inalienables: la propia vigencia del criterio democrático, la unidad del Estado, la solidaridad interna de la estructura estatal€ PP y PSOE están sin duda vinculados a este destino, sin perjuicio de otras contribuciones, y han de ser consecuentes con él. De donde se deduce, como corolario, que ambos deberían marchar de la mano frente a quienes proponen recorridos distintos.