Habrá que dar la razón a Nietzsche. Todo vuelve. La causa es el movimiento de rotación. En torno a uno mismo y en torno a otro. Así, después del día viene la noche y de nuevo el día. Debido a la inclinación de la elíptica se dan las estaciones que se repiten incesantemente. Sin las rotaciones de un planeta en torno al propio eje, el día y la noche serían eternos. Sin la rotación en torno al sol la gravedad solar habría engullido la tierra. La vida en la tierra se acomoda a los ciclos. Todas las predicciones se basan en que lo sucedido vuelve a ocurrir. Por eso al tiempo de la vida lo llamamos ciclo vital. Escrutamos el pasado -la historia- para escrutar el futuro. Decimos en Mallorca "No hi ha temps que no torni". Algo así nos ocurre con la política. Mariano Rajoy no es que sea como una veleta que gira en función de la dirección en que sopla el viento. De la misma manera con la que se puede predecir un eclipse, una conjunción planetaria o la próxima llegada del invierno, se puede predecir cuál va a ser la próxima decisión de Rajoy. No falla. Aunque uno pueda llegar a engañarse por la mentira o el anfibológico léxico propio del personaje, las leyes que gobiernan el movimiento de los cuerpos, también conocidas como la realidad, son inmutables y sordas al ilusorio frenesí humano.

Mucho antes de las elecciones generales del 20 de noviembre de 2011, ya habíamos dicho que debido a la inmensa deuda pública y privada, el brutal déficit del Estado y el estallido de la burbuja inmobiliaria, estábamos abocados a un aumento insoportable del paro, a subidas generales de impuestos, a una profunda reforma laboral, a recortes en sanidad y educación, a un ajuste en las pensiones y a una transformación del propio sistema autonómico. Rajoy prometió todo lo contrario. No porque fuera tonto, sino porque quería ganar las elecciones. Inmediatamente después de ganarlas „dijo en sede parlamentaria "Yo no voy a engañar a nadie" "yo voy a decir la verdad a los españoles"„ de acuerdo con lo que se había predicho, subió el IRPF, congeló el sueldo de los funcionarios, empezaron los recortes a la inversión y dictó la reforma laboral que consagraba el despido de 20 días por año „excepto para los despedidos del sistema bancario nacionalizado a quienes de nuestro bolsillo y del de los despedidos a 20 días por año se les va a pagar más„. Como era evidente que faltaba mucho por hacer, se pronosticó que Rajoy esperaría el resultado de las elecciones andaluzas para seguir embistiendo: "No vamos a tocar el IVA" "No vamos a tocar el sueldo de los funcionarios" "No tocaremos ni la sanidad ni la educación" "No habrá rescate". Cumplimentadas las elecciones andaluzas con la frustración de no poder formar gobierno, Rajoy compareció puntual en su aparición, cual cometa Halley de la política, recortando 10.000 millones de la sanidad y de la educación, el sueldo de los funcionarios, incrementando brutalmente el IVA y solicitando un rescate para la banca „que sería sin contrapartidas y sin computar como deuda; ya sabemos que no ha sido así„. Lo recorta todo menos las insostenibles estructuras de las que se nutre la amplia clientela política.

Desde entonces, cada vez que se le preguntaba, a la vista de la inflación que despegaba con el motor revolucionado del IVA, qué pasaría con la actualización por ley de las pensiones por la diferencia entre inflación prevista y real a finales de noviembre, la contestación era siempre la misma: se cumplirá la ley. Todos los analistas pronosticaron que no se produciría la actualización y que no se admitiría hasta pasadas las elecciones catalanas. Puntual como la estrella del alba, Rajoy no actualiza las pensiones. ¿Es razonable y sobre todo, es compatible con la democracia un gobierno que se salte las leyes? No hay problema. Como en España, al contrario que en las verdaderas democracias, no existe la separación de poderes, el parlamento y el Poder Judicial están a las órdenes del gobierno de turno, pues el gobierno, no el parlamento, ha decidido que se cambie la ley y santas pascuas. Tenemos el gobierno de los hombres, no el gobierno de las leyes. Exactamente lo mismo que ha ocurrido con la ley de Radio Televisión Española. La ley decía que el Presidente debía ser elegido por lo menos con los votos de los dos tercios del parlamento para que fuera consensuado. Rajoy quería controlar el ente. Pues nada, se cambia la ley y se nombra presidente por mayoría absoluta.

Entre nosotros, donde todo es más grosero, Bauzá prometió regeneración política y código ético. Ya saben, toda la historia para librarse de los más molestos, los imputados judicialmente. Después de las elecciones generales nos colocó a José María Rodríguez como delegado del gobierno. Al poco tuvo que dimitir por su imputación en el caso de la empresa Over Marketing. Ahora, con una nueva imputación por el caso Ibatur, ha sido elegido Presidente del PP de Palma por el 90% de los participantes en las votaciones „un 27,6% de los 6.185 afiliados„. Quien ha expresado sus resquemores es Isern, que ha manifestado que no va a admitir ninguna injerencia del partido en el Ayuntamiento. Por su parte Rodríguez ha advertido que sin partido no hay gobierno -municipal- que valga. Es la crónica de una crisis anunciada. Entre un alcalde con una mayoría más que absoluta, sobre el que, independientemente del incumplimiento de sus promesas electorales, no sobrevuela, de momento, ninguna sospecha de actuación irregular y el líder imputado por corrupción de un partido formado mayoritariamente por profesionales de la política, aspirantes a cargos y empleos públicos y a favores de la administración „como el resto de formaciones„ caracterizado precisamente como muñidor de tanta ansia de disfrute. ¿Se va éste a cruzar de brazos? Es una derrota más de Bauzá. A la vista de lo ocurrido en Palma, dejando a Isern al pie de los caballos, es obvio que ha fracasado en toda regla. Aparte de Delgado, su adversario íntimo, ¿quién está aquí a muerte con él? Ni regeneración, ni código ético. Más de lo mismo. Rodríguez.