El PSC (Partit del Socialistes de Catalunya) fue creado en julio de 1978 por la fusión del PSOE, que había constituido una federación catalana, con otras dos formaciones socialistas y nacionalistas, el Partit Socialista de Catalunya-Congrés (basado en la antigua Convergència Socialista de Catalunya de Joan Raventós) y el Partit Socialista de Catalunya-Reagrupament (el grupo Reagrupament Socialista i Democràtic de Catalunya fue liderado por Josep Pallach). El PSC es un partido independiente aunque asociado al PSOE, y disfrutó de grupo parlamentario propio en Madrid hasta que renunció a él tras el 23-F.

Desde la formación del tripartito, en 2003, ha habido tensiones entre el PSC y el PSOE relacionadas siempre con la autonomía de aquél frente al tronco español. En algún momento de la trabajosa gestación de la reforma estatutaria suscitada y acometida por Pasqual Maragall las dos formaciones estuvieron al borde de la ruptura, lo que hubiera supuesto la creación por el PSOE de una organización propia en Cataluña. En el PSC, empezaron a singularizarse las dos alas, la catalanista y la españolista, ésta mayoritaria, y el catalanismo político, una impregnación natural de todas las formaciones democráticas catalanas que saltaban a la democracia desde la represión autoritaria, se desnaturalizó. En todo caso, hoy el PSOE no existe en Cataluña, lo que deja en manos del PSC su representación política en la comunidad autónoma.

El giro independentista del nacionalismo catalán, que es en parte un gesto oportunista para romper amarras y en parte un ardid para evitar el desgaste político producido por los recortes y la mala gestión de la autonomía en los últimos años, ha descolocado al PSC, cuya médula ideológica no es soberanista pero tampoco participa del nacionalismo españolista que exhiben otras minorías como el PP. La nueva dirección del PSC, con Pere Navarro al frente, que tiene un fuerte apoyo ideológico interno „del orden del 70%„, no ha logrado una posición común con el ala catalanista, y trata de salvar el escollo electoral, que CiU ha convertido en un plebiscito, declarando su no independentismo, reconociendo el derecho a decidir y exigiendo un referéndum legal, al tiempo que reafirmándose en la vocación federal, que el PSOE debería propugnar para todo el Estado.

El PSOE es un partido estatal con vocación de gobierno, por lo que no sólo no es partidario de la desmembración del Estado sino que, por sentido común, no puede ni siquiera plantearse que la unidad política no se mantenga. Es, pues, lógico que Rubalcaba no esté de acuerdo con la posición de Navarro en lo referente al "derecho a decidir". Y, aunque el PSOE moderno siempre se ha llamado a sí mismo federalista, puede entenderse que el líder estatal no comparta tampoco la solución del "salto federal" que pretende Navarro y que han defendido algunos conspicuos socialistas (Jordi Sevilla, por ejemplo).

PSE y PSOE han de resolver ahora de la mejor manera posible el reto de las elecciones del 25-N, que llegan en el peor momento para ambas formaciones. Pero a posteriori, las dos organizaciones tienen que recuperar la sintonía o que reconocer sus insuperables diferencias, en cuyo caso el PSOE tendrá que abrir sede en Cataluña. Los dos grandes partidos estatales deben extenderse a todo el Estado porque así lo impone la racionalidad política y lo exigen sus propias clientelas.