En un reciente desplazamiento a París tuve la oportunidad de visitar el museo Jacquemart-André, situado en el número 158 de Boulevard Haussman, un suntuoso palacio construido durante el imperio de Napoleón III por el financiero Edouard André, enriquecido en el periodo de esplendor de Francia. André dedicó parte de su fortuna a la edificación de su residencia y junto con su esposa Nélie Jacquemart, apasionada por el arte, a amueblarla y alhajarla con una importante colección de pinturas y esculturas del renacimiento italiano, Botticelli, Bellini, Uccello. Decoró los salones con obras de Fragonard, Boucher y Chardin. La biblioteca acogió, además, pinturas holandesas del XVII, Rembrandt, Van Dyck. Un fresco de Tiepolo adorna el comedor. Una maravilla.

Al terminar la visita, reposando la emoción estética, recordé la historia de Gaius Cilnius Maecenas, (70 a de J.C.), hombre de negocios que vivió en Roma, hace mas de 2.000 años y que gracias a su tesón y acierto labró una gran fortuna. Fue amigo y consejero del emperador César Augusto, disfrutaba de amplio reconocimiento social, pero decía que lo que le proporcionaba mayor felicidad era admirar su conjunto de arte, integrado por obras de los mejores artistas de la época y por encima de todo que Roma pudiese contemplar su colección. Su nombre fue sinónimo de protector de las artes y su apellido dio origen al término "mecenazgo". Su ejemplo ha sido una constante en la historia del empresariado cuyo mecenazgo ha contribuido al desarrollo de las artes.

La placidez de aquella hora y media se vio turbada al pensar en la indigencia en la que vive Mallorca en cuanto a infraestructuras culturales. Los grandes museos están en Madrid, sus almacenes se hallan repletos, a rebosar. El Prado cuenta con más de 8.000 obras que van desde la Edad Media hasta el siglo XIX y solo tiene capacidad para exponer unas 1.500. El Reina Sofía, el gran museo de arte contemporáneo, alberga desde el Guernica de Picasso a lo mejor de Dalí y Miro. La Biblioteca Nacional tiene, entre otros libros de extraordinario valor, mas de 3.000 incunables y el Museo Arqueológico Nacional contiene mas de 1.300.000 piezas. Allí están "els caps de bou de Costitx", singulares bronces del periodo talayótico, testimonio del culto al toro y la Dama de Eivissa, importantísima obra del arte fenicio del siglo III antes de J.C. Igualmente tienen en su haber una pieza con nombre curioso el "puteal de la Moncloa", también conocido como el "puteal de Madrid". No esperen retorcidas interpretaciones, se trata de un brocal de pozo „puteal en latín„, realizado en Roma en el siglo I d. de J.C. Fue comprado por Felipe V al príncipe d´Erba y apareció posteriormente en la zona de Moncloa. El "puteal de Madrid" está bien donde está.

A propósito de algunas piezas de Ba-lears, que están en el Arqueológico, recuerdo que cuando estuve en política, como consejero de Cultura „en la protohistoria de la democracia„, fui a visitar al entonces ministro de Cultura, Ricardo de la Cierva y le planteé la conveniencia de que se trasladasen a Mallorca y a Eivissa dos piezas que para nosotros eran muy significativas, "els bous de Costitx" y la "Dama de Eivissa". Sostuve que podían ubicarse en Ca la Gran Cristiana una y en el Museo des Puig des Molins la otra, pues ambos museos eran de titularidad estatal. Me dijo que sí, que las razones expuestas eran lógicas y que daría las ordenes oportunas para su traslado. A los ocho días fue cesado fulminantemente. Siempre tuve buen recuerdo de aquel ministro, era una persona razonable y de buen nivel cultural, lo que nunca aclaré y me preocupó, era si el cese había sido consecuencia de aquel acuerdo de mínimos al que habíamos llegado€ Le sustituyó Soledad Becerril con la que fui a entrevistarme para recordarle el compromiso que había tomado Ricardo de la Cierva, su predecesor. Me contestó, con amabilidad y corrección, que aquel pacto no la vinculaba ni a ella ni al Gobierno de España. No era un problema de rivalidad política, pues los tres éramos de Unión de Centro Democrático. La cuestión era y es la diferente concepción política del Estado.

El problema es difícil, los burócratas de Madrid no alcanzan a entender cuál debe ser el papel de los museos nacionales, no están al corriente que hoy existen nuevos conceptos museológicos, no saben que se debe desconcentrar, que se debería sacar de los sótanos obras y ponerlas al alcance de todos, pero esto justamente va en contra de la política autista y centralizadora, y además temen que cualquier cambio en este sentido podría debilitar el poder central. Y seguimos asistiendo a un acaparamiento del patrimonio, conseguido mediante expolio o por compra, en este caso, eso sí, con recursos fiscales aportados por las "provincias"€ algunas. Las obras de arte tienen su razón de ser cuando son útiles a la ciudadanía, a la comunidad, como sostenía Gaius Cilnius Maecenas. Está claro que hay que evolucionar hacia un nuevo concepto del Estado, también en este ámbito.