Es un viejo mantra conocido: la política económica que se hace es la única posible. No hay otra opción, no hay alternativa. Utilizó la expresión en un sentido enfático Herbert Spencer hace más de un siglo, pero fue Margaret Thatcher quien la llevó a la fama. Hasta fue conocida como Thatcher ´Tina´ (There Is No Alternative). Es la absurda idea según la cual las decisiones económicas son exclusivamente técnicas. Cualquier decisión, según este sedicente razonamiento, es producto de la conclusión que la técnica nos aconseja. El supuesto argumento de "no hay alternativa" tiene muchos adeptos. Es así porque se repite sin cesar desde gobiernos, algunos medios académicos y muchos medios de comunicación, y hasta parece que a veces lo lamentan.

La política económica, tal como indica el orden de las palabras, es primero política y después económica. No hay nada más falso que las cantinelas más repetidas por casi todos los gobernantes europeos: "son las medidas que el país necesita", "son necesarios estos sacrificios para salir adelante", "la situación económica impone estas desagradables medidas", etc. Ni una medida de política económica mínimamente importante es neutral en un sentido preciso: que perjudica o beneficia a toda la población. Toda medida de política económica perjudica a unos sectores sociales y beneficia a otros. Ejemplos, meros ejemplos: bajar los impuestos a los más ricos, congelar o bajar las pensiones, facilitar y abaratar los despidos laborales, gravar con aranceles productos extranjeros, bajar el sueldo de los trabajadores del sector público, destinar menos recursos a la educación pública, introducir el copago sanitario€ ¿Es difícil descubrir quien gana y quien pierde en cada uno de estos casos? Cosa bien distinta es la (supuesta) justificación que se da en cada caso por parte de los responsables gubernamentales. Primero se decide a qué sectores sociales va a favorecerse y después se instrumentan los medios económicos que hará posible lo primero. En palabras de Joseph Stiglitz: "El gobierno tiene la potestad de trasladar el dinero de la parte superior a la inferior y a la intermedia y viceversa".

Si existe confusión con lo que realmente es una política económica, también la hay con lo que es el "mercado". Sin ninguna duda, ambos términos están muy relacionados. Para empezar no existe el mercado en singular. Existen muchos mercados y con características muy diferentes entre ellos. El mercado semanal de muchos pueblos y el mercado de los artículos de alta montaña, poco si algo tienen que ver. El mercado de libro viejo y el mercado financiero (si aquí también está justificado hablar en singular) menos aún tienen en común, etc. El mismo mercado tiene históricamente configuraciones diferentes.

Todos los mercados, absolutamente todos, están configurados políticamente y son producto de la intervención del Estado, mediantes legislaciones, normas, decretos y regulaciones. Cualquier mercado es el resultado de opciones políticas que se concretan en determinados diseños institucionales y reglamentaciones jurídicas.

El economista Dean Baker plantea la misma cuestión con otros términos. Para Baker la idea tan extendida de que la derecha sería partidaria de la "desregulación" del mercado y la izquierda sería, por el contrario, partidaria de la "regulación" es completamente falsa. Este economista afirma que "la derecha tiene tanto interés como los progresistas en que el sector público se implique en la economía. La diferencia radica en que los conservadores quieren que el sector público intervenga de un modo que redistribuya el ingreso en provecho de los más pudientes. La otra diferencia está en que la derecha es lo suficientemente lista como para ocultar estas intervenciones, tratando de que parezca que las estructuras que redistribuyen el ingreso hacia los de arriba no son más que el resultado del funcionamiento natural del mercado".

Algunos ejemplos de la configuración política de los mercados: En un mercado laboral puede haber o no salario mínimo interprofesional, posibilidad de despido libre o determinados requisitos más o menos severos para el despido; la ley puede permitir en otros mercados la existencia o no de monopolios y oligopolios. Y aún otro ejemplo más concreto. Si Bill Gates no tuviera la cesión por parte del gobierno de Estados Unidos del monopolio sobre Windows en el mercado del software, no sería tan rico. Es más, la innovación está reñida con los monopolios. Recuérdese que Microsoft, por seguir con este monopolio, no ha sido la empresa que haya inventado el primer navegador, ni la primera hoja de cálculo, ni el primer procesador de textos, ni el primer reproductor de productos audiovisuales, ni el primer motor de búsqueda€

Si las políticas económicas y mercados son así, ¿cómo es que la mayor parte de gobernantes (o dicen que) no lo ven? Ya hace años Upton Sinclair lo dejó dicho de forma inmejorable: "Es difícil que un hombre comprenda algo, cuando su salario depende de que no lo comprenda".