De confirmarse la autoría del asesinato de sus hijos, Bretón pasará a la historia como la encarnación más extrema y monstruosa de la deshumanización. Goya en su célebre Saturno devorando sus hijos plasmó el horror de aquella historia de la mitología griega.

Desde el punto de vista psicológico las diversas formas de locura social o individual son productos desmesurados de elementos que componen la llamada normalidad. Por lo tanto su análisis es interesante por lo que revelan. Por irónico que parezca, los crímenes pasionales o las diversas formas de abuso infantil, e incluso las cotidianas formas de posesividad asociada a la paternidad/maternidad, tienen origen en el amor.

¿Quién no ha conocido de cerca o incluso ha sido protagonista del pasaje del amor al odio en la ruptura de una pareja? De igual modo, frecuentemente cuando los psicólogos investigamos las causas de un trastorno de la alimentación encontramos alguna forma de exceso de una madre tan amante que no pudo dejar espacio para el ser y el deseo del niño. La maté porque era mía, título de un film de Patrice Leconte, da una imagen de cómo los sentimientos de celos y la posesión forman parte del imaginario colectivo

El amante en el extremo de su obsesión pierde la perspectiva de que el objeto de su amor tiene vida propia. De igual modo "el niño no me come" revela ese peligroso momento en que la subjetividad y el ser del hijo es arrollada por un amor que lo transforma en apéndice.

La madre posesiva llega a ignorar que el niño vive, come o siente para sí mismo y no para ella. Posiblemente en la mente de Bretón se aunaron las dos cosas.

A la espera que los psicólogos forenses completen el estudio del caso, informaciones preliminares dan cuenta que Bretón estaba obsesionado con su mujer al punto de tener un amor esclavizante con ella. Por mucho que choque y horrorice, amor y destrucción son polos que pueden llegar a tocarse. Y una de las razones es que amar deriva fácilmente a poseer.

En las intervenciones en la clínica psicológica, en las terapias familiares, de pareja o en el tratamiento de la patología de la vida amorosa, los psicólogos enfrentamos permanentemente esta paradoja. El caso Bretón, como el del secuestrador de Natascha Kampush, aporta elementos que coinciden con los estudios de perfiles de personalidades con predisposición a formas degradas del amor y la violencia. Son personalidades obsesivo-compulsivas, con universos pobres e intolerancia a la frustración.

El caso del secuestrador de Natascha Kampush también reveló este tipo de perfil, un hombre acomplejado y de vida miserable que intentó crear en el zulo donde escondió a la niña un reino propio. En síntesis, pobreza de recursos vitales, la falta de diversificación de intereses, el fracaso del desarrollo social y cognitivo, favorecen la tendencia a colocar en un elemento único la fuente de interés. Un refrán dice "cola de león o cabeza de ratón". Es difícil encontrar amores obsesivos o madres posesivas en personas con diversidad de intereses y proyectos.