Otra vez el prohombre en la palestra desde que, el pasado marzo (escribí entonces un artículo al respecto: "La orejita del señor Gallardón"), anunciase su intención de modificar la ley del aborto vigente desde 2010. Afirma que es "éticamente inconcebible", aunque al ochenta por ciento de la población €encuesta de Metroscopia en julio€ sea ésa la opinión que le merece la posibilidad de que las anomalías fetales graves puedan ser excluidas como supuesto para la interrupción del embarazo.

Vaya en serio el ministro, pretenda sólo mostrar una orejita que encandile a los sectores más reaccionarios por si pudieran serle de ayuda en su futuro político, o trate de distraernos con un amago, su planteamiento (el machismo es la usurpación del derecho ajeno, dijo acertadamente alguien) nos retrotraería a tiempos de clandestinidad y sufrimiento; a los tiempos de horca y cuchillo para las mujeres con menos recursos, porque a las otras siempre les quedará Londres. El señor Ruiz G. parece estar por imponer su dogmática moral en una extralimitación de poder que debe juzgar el colmo de la ética. Se diría que cree, con Aristóteles, que las mujeres no tienen alma, abortan por capricho cual maestras del mal y, por eso mismo, han de ser cercenadas en su albedrío. Debiera considerar, en la estela de Nietzsche, que los mayores enemigos de la verdad no son las mentiras sino las convicciones contra viento y marea, y las suyas, caso de cristalizar en lo que aún es sólo un proyecto, situarían a este país al margen de lo legislado en toda Europa con las excepciones de Polonia, Malta e Irlanda.

Pero en nuestro entorno son todos unos pecadores. Así parecen creerlo quienes aplauden la idea, y los argumentos que han esgrimido dicen más si cabe sobre el sinsentido de la reforma que las anteriores consideraciones. El propio Gallardón puede encabezar las autorías de razonamientos impecables tras afirmar que "la maternidad es lo que hace de las mujeres auténticas mujeres". A partir del axioma ministerial, juzguen ustedes mismos. "Yo estoy en contra del aborto radicalmente"; así se despachó Esperanza Aguirre, para quien los matices no parecen ser sino "mamandurrias" de progre. Tan radicalmente como el Papa, supongo, o que el mismo Franco y Carmen Polo en su día. Por cierto, que coincide en su ponderada posición con la Confederación Católica de Padres de Alumnos (Concapa y mitra), para quien "toda noticia contra el aborto es bien acogida". Olvidaron precisar que si aumentasen en el futuro los abortos sin control sanitario o en el extranjero, no serían noticia y, en consecuencia, pelillos a la mar.

La equiparación del feto, sin precisar sobre la gravedad de sus eventuales malformaciones o la esperanza de vida, con el ya nacido e incluso crecido, está en el núcleo de otras perlas. "Es incoherente defender los derechos de los discapacitados pero sólo después de nacer, mientras se desprotege al nasciturus", se afirmaba en El Mundo. No alcanzo a entender en qué estriba la incoherencia, aunque se detecta sin esfuerzo en la aseveración del Comité de Representantes de Personas con Discapacidad (CERM): "La discapacidad no ha de ser un elemento relevante". Pues señores míos: lo es y así debe ser. ¿Acaso no se legisla, se prevén ayudas o se exigen medidas para hacer más llevadera su existencia, cuando nacidos?

Carlos Floriano, vicesecretario de Organización del PP, apuesta "por los derechos de los más débiles", en lo que "coincido con los planteamientos éticos €otra vez, y es que dime de qué presumes€€ de mi partido". Sin duda es la misma ética que les mueve a preservar de los recortes a parados, asalariados mileuristas, inmigrantes o precisamente a las organizaciones de ayuda a minusválidos. La misma que inspira al presidente de la asociación Pro Vida y su "ya es hora de que las leyes recojan los derechos humanos". Tal vez quiso decir que recogiesen los de quienes ya nacieron y que están efectivamente por los suelos, que no los de un feto de cuatro o cinco meses con lesiones que impedirán una vida que merezca el nombre de tal, arrumbando de paso con la de sus padres. Y por seguir con lindezas, la presunta prohibición gallardoniana no sólo "posibilitará la vida de todas las personas en igualdad de condiciones" (Federación Down España, en evidente confusión entre deseos y realidad), sino que con ella se recuperaría, al decir de la fundación Derecho a Vivir, "un derecho histórico". ¿Histórico con relación a la pasada dictadura? Aunque tal vez se refieran al Medioevo.

Sin duda que los epígonos de la proyectada Ley, aún por ultimar, tendrán tiempo para intentar convencernos de que los abortos por anomalía fetal (menos del 3%) responden a la irreflexión cuando no al libertinaje, dado que no existe ley alguna que obligue al aborto. También nosotros, una mayoría mal que les pese, disponemos de algunas semanas para hacer definitivamente nuestro el aserto de Fausto, ya en su vejez: "Sólo merece la libertad quien sabe conquistarla a diario". La libertad de decidir cuando el tema afecta de cerca y en carne propia. De más cerca que al ético ministro.